Take care of us

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Recuerdo que la última terapia que tuve fue una de las más traumáticas de mi vida; no solo porque la chica que ofició como mi psicóloga lo único que hizo fue forzarme a recuperar una estabilidad que en ese momento me costaba demasiado encontrar, y eso lo único que hacía era acrecentar el sentimiento de culpa y los ataques de ansiedad.

—Vas a estar bien, mi amor —Jade me sostiene de las mejillas y besa dulcemente mis labios tratando de transmitirme la calma que comienzo a perder poco a poco.

—Tengo miedo —admito con total sinceridad, y ella me envuelve con sus brazos.

—Está bien tener miedo de vez en cuando, te hace tan humana como para ser amada y amar; es solo una demostración de lo perfecta que eres.

Salimos de su auto y subimos las escaleras dispuestas en el recibidor del pequeño edificio en donde me asignaron la terapia. Jade presiona el botón del ascensor con su dedo ínidce y luego sostiene mi mano entrelazando nuestro dedos.

Me mira con calidez mientras entramos en el cajón de metal que nos conduce hacia el sexto piso, y al bajar somos recibidas por un chico jóven detrás del área de recepción.

—Hola —Jade es la primera en saludarlo, él la mira con una sonrisa seria.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarlas?

—Sí, mi novia tiene una sesión con el doctor... —me mira buscando respuestas, yo sonrío.

—Henry Clifford.

—Oh, sí, por supuesto —se pone de pie y nos pide sentarnos en unas sillas frente a una puerta de tono oscuro que supongo es un consultorio u oficina.

—Dice que puede pasar —ahora que lo veo, el chico se parece un poco a Robbie.

Miro a Jade por unos cuantos segundos, ella promete que va a estar justo ahí cuando salga, me recuerda que me ama y asegura que todo va a estar bien.

Me adentro en el lugar con manos temblorosas y al ver al hombre soy recibida con un saludo amable.

—Hola, señorita Vega.

—Hola. Por favor llámeme Victoria.

—¿Algo en contra del apellido paterno?

—¡Dios no! —reímos —Es que siento como si me estuvieran haciendo un interrogatorio policial y mi padre es policía así que...

—Entiendo, entonces siéntate, Victoria.

La oficina del psicólogo Henry Clifford es bastante bonita, un espacio amplio con un ventanal y muchas pinturas que me generan curiosidad, las parades pintadas de blanco a excepción de la que ocupa el fondo tras su escritorio.

—¿Puedo preguntar por qué esa pared es de color negro?

Él sonríe con toda la naturalidad del mundo y asiente

—Es negra porque ese es uno de mis colores favoritos y porque afortunadamente este es un consultorio propio.

—Pensé que había motivos más filosóficos.

—No, a veces las cosas pasan porque sí, y ese sí es un motivo filosófico.

—¿Qué quiere decir? —me acomodo mejor en mi silla con una sonrisa torcida.

—Quiero decir que el por qué de la vida no siempre es claro, y que vivir buscando los motivos de las cosas no es lo mejor para nadie, darnos un descanso de todo de vez en cuando es tan sano como dormir ocho horas diarias o hacer ejercicio.

—¿Entonces qué se supone que haga si no entiendo algo?

—Te diré qué —se pone de pie y se sienta en el pequeño sofá de tapiz marrón, mira hacia la ventana y me señala una pequeña silla frente a él —Cuando no entiendas algo, intenta preguntarte si eso que no entiendes es consecuencia de algo que dejaste de hacer, o si solamente estás asumiendo una culpa que no te pertenece. Si llegas a la primera conclusión entonces puedes contármelo, yo te ayudaré a encontrar el camino para que llegues a la solución.

EVERYTHING ABOUT HERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora