Deje una nota en el refrigerador pegada con unos pequeños imanes en forma de letra que mi madre había comprado cuando aún era niña. Sonreí ante el recuerdo de ver a mi madre tratando de ayudarme a formar la palabra “mamá” en la nevera, cerré la puerta tras de mí.
Mis pasos eran torpes y lentos, me sentía como un zombi caminando por las calles en busca de cerebros. Voltee velozmente ante la necesidad de sentirme acosada… unos pequeños pasos me seguían desde hacía un rato y mi mente no dejaba de mandarme horribles fotos imaginarias de mi fin como adolescente. Había un pequeño cachorro color negro con ojos saltones, se veía tan diminuto y desolado que mis grandes fueros internos fueron opacados
-¿acostumbras seguir a las personas?- pregunte torpemente como si de verdad esperase una repuesta -¿tienes hambre?- con mi manos acariciaba su pequeña cabeza jugueteando con sus orejas colgantes –Espérame aquí ¿sí?- dialogue de nuevo con el cachorro. Camine hasta el mini súper que se encontraba cruzando la calle y le pedía a la encargada un poco de croquetas para cachorro, una botella de agua y un pequeño recipiente en donde poder colocársela. Salí del establecimiento y vacié la botella de agua dentro del recipiente, lamentablemente el espacio cubico del recipiente no alcanzaba para los mililitros del agua, así que cerré la botella y le deje al lado. Le coloque un poco de croquetas… talvez al regresar le podría dejar el resto. El cachorro no dejaba de lamer mis dedos cada vez que me acercaba hacia él, supongo que en señal de agradecimiento. Me gustaban los perros… mucho, pero a mi madre nunca le llamaron la atención, así que ¡No hay perro para Emma!. Deje al adorable cachorro eufórico y hambriento disfrutar de su festín y seguí mi camino.
El auditorio del que Charlie me había hablado estaba cerca del espacio por el que me encontraba, talvez podría echarle un vistazo antes de venir el próximo viernes. La tarde seguía iluminada pero la gente ya se comenzaba a dispersar por las calles, muy pronto no habría nadie. Me detuve en preciso al presenciar a tan solo una calle de distancia el enorme edificio también llamado “auditorio central”. Cruce la calle un tanto nerviosa teniendo extremado cuidado con los automovilistas. El auditorio era enorme, de color gris con detalles en las columnas verde militar, por el frente tenía una enorme puerta de cristal que seguía con grandes ventanales que rodeaban casi en su totalidad el espacio. Personas entraban y salían de aquel auditorio ¿era tan solicitado? Moví mis pesados pies de la acera y comencé mi ascenso por las escaleras principales del edificio. No tenía el valor suficiente para entrar y echarle un vistazo así que me senté justo en la mitad de todos los escalones. Verifique la hora, aquí esperaría el tiempo necesario para que mi madre llegase del trabajo.
Tome la bolsa de croquetas y la puse frente a mi ¿a los perros les gustan? Eran unos pequeños trozos sólidos en colores rojos y verdes… yo no le daría de comer esto a mi perro, le daría comida de verdad, él se la merecería. Tome entre mis dedos una croqueta en color rojo, brillaba debido a la grasa que esta desprendía ¿Qué le había dado al cachorro de comer? Para quitar un poco mi pésame mental decidí probar una… no podría saber tan mal. La alce por encima de mi aun sin tener el valor de soltarla para poder degustarla, mis dedos la deslizaron hasta que el pequeño trozo de alimento llego a mi boca
-¡Emma! ¿Qué hiciste?- pregunto alguien a mis espaldas ¡mierda! Podría reconocer esa voz
-Na… Nada profesor Charlie- le conteste tartamudeando. Me di 100 golpes mentales por haber hecho algo tan asqueroso frente a él. Charlie se partió de la risa y se sentó a mi lado ajustando el pantalón de vestir por sobre su rodillas
-¿Qué haces aquí?- volvió a preguntar acariciando las croquetas –deberías probar las verdes-comento tomando una croqueta con determinadas características –saben mejor- la tomo ágilmente y se la lanzo directo a su provocadora boca. Lo admire sorprendida al ver como la masticaba y la degustaba hasta que esta se deslizo hacia su estómago. Sonreí ampliamente ante el acto de Charlie, volteo a verme y sonrió de forma dulce
-He venido a ver el auditorio… ya sabe para saber dónde se encuentra antes de venir con usted- levante las cejas esperando su reacción, no le había confirmado nada aun, por lo tanto fue una sorpresa para Charlie. Sus ojos se iluminaron bajo la luz tenue de la tarde iluminando junto consigo su diseñada sonrisa
-Cuando estemos aquí señorita Emma, te prometo que no comerás croquetas para perro- comento riéndose sarcásticamente. Me reí de su comentario, recogí una por una las croquetas y las guarde de nuevo en la bolsa plástica
-profesor… - comencé con dramatismo -¿Por qué me eligió a mí? Quiero decir para ser la principal en la presentación- Charlie tomo un largo suspiro y me observo durante un instante
-Ya te lo he dicho Emma. Necesitaba a mi mejor equipo-
- entonces ¿Por qué eligió al mediocre?- le pregunté gastándole una broma de mal gusto
-Emma, no te ves a ti misma con claridad. Hay una especie de nube literaria que opaca lo que todo mundo alrededor tuyo admira- sus ojos reflejaban una increíble sinceridad, ese profundo color negro me absorbía completamente hipnotizándome con sus garras felinas. Despegue mi mirada de la del profesor sacando mi celular, lo puse delante de nosotros como si tuviese la intensión de grabar nuestra conversación
-¿le molestaría si lo grabo para mi madre?- Charlie no despegaba la vista de mí. Mordía su labio inferior con fiereza mientras apretaba su mandíbula insistentemente. Su labio inferior era carnoso y de un color rosado. Tenía la vista fija en Charlie descaradamente ¿Qué hiciste con migo?
-Esta clase de cosas te hacen única Emma- tomo el celular y lo bajo un poco –nada tan perfecto se hace 2 veces- finalizo aun sosteniendo el celular, observe su mano durante un largo momento, sus venas se saltaban haciendo lucir su mano más delgada y varonil. Me quede callada un segundo admirando los largos y delgados dedos de Charlie
-no te agrado ¿cierto?- pregunto repentinamente. Me sobresalte por su inoportuna pregunta ¿Cómo podría decir algo así?
-¿Qué?- le conteste en un susurro, mi mente seguía enviando señales a mi cuerpo para que reaccionara pero este no las obedecía ¡vamos muévete! Suplique
-He notado que no soy tu persona favorita en el mundo-
-simplemente no hay favoritos profesor- baje la mirada. Mis ojos ardían avisándome que pronto montonales de lágrimas saldrían votadas. No tenía derecho al reclamarme porque lo trataba con indiferencia, no quería, pero así tenía que ser.
-No me puede reprochar el que lo trate como mi profesor- le dije en un débil intento de escucharme superior
-¿te importa mucho lo que piensan los demás?- pregunto con ojos dolidos ¿había dicho algo que lo lastimara? Solo recordaba haber contestado a sus preguntas
-Más de lo que me gustaría- le conteste volteando mi rostro hacia la acera. Las luces de las calles ya estaban encendidas, mi madre no tardaría mucho en llegar –tengo que irme profesor- le comente poniéndome de pie. Mi voz era aguda, como si me estuviese aguantando las ganas de llorar ¡Oh! Cierto… eso hacía en ese instante –lo veré aquí el viernes a las 5 de la tarde-
-aquí te estaré esperando Emma- contesto con voz débil ¡Dios! De verdad había lastimado a Charlie. Baje las escaleras casi corriendo por un largo rato más. Mi respiración comenzó a agitarse y me detuve sentándome en una acera a determinadas calles después. ¡Por supuesto que no odiaba a Charlie! Pero ¿Qué podía hacer? Coloque mi rostro entre mis rodillas, lagrimas corrían y corrían como si estas dependieran de un hilo de infinita soledad y tristeza. Todo esto era tan frustrante, tan infantil pero tan perturbador ¿Qué acababa de pasar?
No podía dejar de llorar, y no podía porque todo lo que dije hace un momento era una absurda mentira. No odiaba a Charlie. Lo quería a un nivel que aun temía mencionar, me quemaba la garganta y mis ojos ardían como si los hubiera tallado durante mucho tiempo. Sentía un gran agujero en mi pecho y todo el espacio que antes ocupaba Charlie se lo había llevado regalado. Una frase, una única e insignificante frase que cambiaría muchísimo las cosas entre Mi profesor y yo
-Estoy enamorada de usted - susurre con voz cortada
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La última carta de Charlie
Teen FictionEmma Johnson una estudiante de preparatoria se prepara para su último año. Ansiosa por salir de la interminable etapa de las hormonas adolescentes se verá atrapada ante la fascinante mirada de su profesor de literatura Charlie. ¿Qué pasara cuando E...