Untitled part

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Me han clavado tantas navajas, que cuando me dan una flor, no sé con certeza lo que es.

Charles Bukowski


La euforia por el regreso de Camila de a poco se fue convirtiendo en incertidumbre, dejándome a la expectativa de lo que fuese a ocurrir en las próximas horas o días. Tenía la cabeza llena de preguntas y el corazón rebozando de angustia cuando veía como todos entraban y salían de su habitación mientras que yo permanencia en una esquina, la misma de siempre, ajena a toda la felicidad que se vivía allí adentro. Sin embargo seguía esperando, aunque ya sin esperanza, que Camila me llamara, anhelaba el momento en el que finalmente dijera mi nombre y alguien tuviese que salir para buscarme. En eso se tornaron mis fantasías; en las conversaciones que tendríamos cuando ese momento ocurriese. Vaticiné los cientos de laberintos que tomarían sus preguntas y los miles de senderos a los que nos llevarían mis respuestas. Idealicé tantos momentos con ella que cuando el momento no llegó la decepción fue inevitable y la tristeza y el dolor hincharon mi pecho volviéndome incrédula.

Pasaron cuatro largos días en los que la espera se convirtió en mi mayor tortura, aguanté cuanto pude pero la mañana de ese día en particular entendí que ese ya no era mi lugar. Mi pequeño ramo de rosas no se comparaba con las docenas que llenaban su habitación. Y el monito que sostenía en mi mano se quedó pequeño ante el gigantesco panda que la hija de Liam alegremente empujaba por el pasillo.

Sabía lo que encontraría pero mi masoquismo me incitaba a ir y así lo hice, seguí el rastro de pelaje que desprendía el juguete y caminé sutilmente tras la pequeña. Ninguna enfermera me detuvo, supongo que pensaban que era quien cuidaba de la niña y lo agradecí porque no hubiera sabido que responder si alguien me preguntaba sobre mi presencia en el ala de habitaciones, sitio en el que nunca había estado. En otras circunstancias me habría esforzado por pasar desapercibida pero no ahora, hoy solo quería llegar a su habitación. Ansiaba verla así fuera de lejos, comprobar que respiraba, ver como sus labios se movían al hablar o reír. Eso me daría...una mínima de esperanza sobre su futuro. Necesitaba ver las ganas de vivir en su mirada. Eso me daría un poco de paz, la necesaria para volver a Princeton y retomar mi vida. No estaba segura si la felicidad se vislumbraba en mi horizonte pero me conformaría con no sentir dolor, o pena hacia mi persona.

Anduvimos entre pasillos que parecían laberintos recubiertos de madera y con ventanales interminables que mostraban la vegetación y la nieve fusionándose en un paisaje rustico cuya calidez te invitaba a descansar sin ninguna preocupación, y en el caso de este hospital, a buscar la sanación física y quizás la del alma también. El camino fue tan agradable que no me di cuenta cuando llegamos a las habitaciones que no eran sino acogedoras cabañas en forma de triángulo, con pareces de madera y ventanales de techo a piso que dejaban entrar toda la iluminación que aquellos días entre soleados y nubosos eran capaces de dar. Me sentí de pronto en un mañana futurista con capsulas de sanación iguales al de Elysium. Si antes tenía dudas, viendo el paisaje a mi alrededor estas se disiparon, confirmándome que el mundo de los mas afortunados era todo modernidad y derroche.

—¡Mila!—escuche que una dulce voz gritaba y entonces giré mi rostro y a través del espejo del pasillo la vi. Estaba recostada en un enorme sofá que a pesar de tener un aspecto moderno también lucia cómodo, tenía la vista al cielo y con un semblante relajado disfrutaba de la calidez que el sol regalaba esa mañana. Sus piernas estaban cubiertas con una manta de color gris y desde mi posición podía apreciar que llevaba un pijama a cuadros. Sonreí porque aunque había grandes cambios otras cosas se mantenían iguales. A diferencia de mí, Camila siempre había preferido el confort a la elegancia, resultaba agradable saber que ella, a pesar de los años y los daños se mantenía fiel a su persona. Mis ojos se llenaron de lágrimas causa de la emoción y de manera inconsciente me acerqué hasta el ventanal y puse mi mano sobre el enorme cristal, trace su rostro con las yemas de mis dedos y por primera vez en mucho tiempo respiré tranquila. Camila estaba viva y el resto no importaba.

It Will Rain (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora