Capítulo XLV

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Años atrás.

Hospital General de Chicago.

Cumpleaños #17 de Dinah.

Cabello negro, ocho centímetros por encima de mi estatura y los más impresionantes ojos azules que tuve el honor de admirar, esa era la descripción mas corta y acertada que jamás podría darse de Victoria Sanders Powell, el ángel que le dio sentido a mi vida desde el primer momento en que la vi.

Hacía casi dos horas que el horario de visitas había terminado y los pasillos del hospital se encontraban vacíos, a excepción de un par de enfermeras que se movían de habitación en habitación para realizar las revisiones y anotaciones pertinentes en el registro médico no había nadie más. Mis pasos eran lentos y torpes mientras caminaba por el pasillo temiendo lo que iba a encontrarme cuando llegara a su habitación. Ella sabía que vendría, pero aun así la ansiedad por el gran momento no me dejaba respirar tranquila ni por un segundo. Tenías expectativas que se quedaron en la nada cuando nuestras miradas chocaron la una con la otra. Esa fue la primera vez que el color océano en su mirada me dejó sin palabras.

Durante dos minutos al menos no dije y tampoco hice absolutamente nada, me sentía atrapada en una burbuja de magnetismo que me impedía moverme o siquiera apartar la mirada. Mi madre siempre dijo que mirar fijamente a alguien era descortés pero no podía hacer nada contra ella, mi voluntad se había doblegado incluso antes de cruzar por esa puerta. Nos mantuvimos en silencio hasta que su risa rompió con su propio hechizo y entonces todo volvió a la normalidad.

—Tu debes ser Camila Cabello. — su voz lejos de sonar cansada por la quimioterapia se sintió como el más suave y dulce terciopelo creado por los humanos. Asentí torpemente mientras mis entumecidos pies comenzaban a moverse hacia la cama, mientras que ella, anticipándose a mi llegada, se incorporó lentamente y aun con la cantidad de problemas que tuviera encima me sonrió con alegría y estrechó mi mano, en silencio agradecí al cielo por tan enorme presente y como ofrenda prometí no lavarla nunca, haría lo que fuera por mantener esa agradable sensación de su mano en la mía por el mayor tiempo posible. —Mi nombre es Vi...

—Victoria. —respondí por ella y al darme cuenta de lo que había hecho mis mejillas se tiñeron de rojo y un calor abrazador se extendió por toda mi cara. —Lo siento. Yo se tu nombre porque tus médicos me lo dijeron y también lo vi en tu expediente. — Victoria abrió los ojos como platos ante mi confesión y yo negué frenéticamente con la cabeza mientras me apresuraba a explicar. — Fue un accidente. Prometo que no soy así de impertinente, pero tenía que...

—No te preocupes, Camila. —sonrió y al segundo siguiente me sentía morir. — No me importa que lo hayas visto. Incluso tal vez puedas darme un poco de información nueva. Los doctores se niegan a decirme lo que sucede, pero sé que las cosas no están bien y por eso estas aquí. Mis padres apenas vienen ¿sabes? y cuando lo hacen es únicamente para convencerme de tomar una nueva dosis de quimio.

—Tus padres estuvieron en la reunión con la junta y aprobaron el trasplante. —informé como si la confianza recién descubierta fuera lo más natural entre ambas. —Los míos también estuvieron ahí, soy menor de edad por lo que necesitan de su consentimiento para iniciar con el proceso. Lo siento, estoy siendo irritante ¿verdad?

—En lo absoluto. —intentó tranquilizarme—Y dime Camila... ¿tus padres son tan estirados como los míos? —sus padres junto a los míos eran una completa discrepancia. Los señores Sanders exudaban poder, dinero y prepotencia por cada poro de su piel mientras que los míos eran todo sonrisas y cariño a quien sea que se toparan, siempre dije que mis padres eran un libro de optimismo y buenos deseos y aun lo pensaba, pero no me parecía cortés decirle aquello a una chica que apenas conocía y que estaba en medio de una terrible enfermedad.

It Will Rain (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora