Capítulo LXIII pt1

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Algodón de azúcar. Si le preguntaran a Lauren así es como definiría el olor que han tenido todos y cada uno de sus cumpleaños. Un suave y dulce saborcillo similar a las nubes que cada año aumentaba sus expectativas.

En sus primeros años ese día tan importante lo compartía con sus padres quienes se encargaban de hacerlo especial desde que se levantaba por la mañana hasta que daba un agotado suspiro al irse a dormir. Recordaba aquellos tiempos como un mundo de aventuras. Entre las que más destacaban estaba su visita al monumento a Abraham Lincoln. Un fin de semana en Disneyland. Un viaje de última hora a la estatua de la libertad y ese maravilloso verano en cuba; el país de sus abuelos. Luego lo inevitable sucedió y lentamente fue creciendo ante los ojos de sus padres que emocionados y al mismo tiempo consternados, veían como su pequeña hija los evitaba para pasar el tiempo con sus amigas.

La tradición había cambiado pero el sentimiento era el mismo, y mientras tanto los viajes de cumpleaños se realizaban pero con mucha más asistencia. Por su mente pasaban imágenes como flashazos de sus fiestas, visitas al cine y conciertos de cumpleaños que planeaba Dinah, los regalos simbólicos de Normani y los más elaborados y emotivos gestos de Ally. Los feriados del uno al cuatro de julio en la cabaña del jefe de su padre se volvieron una tradición hasta que Victoria apareció en el mapa y junto a su noviazgo también le obsequió una positiva independencia de sus padres. Los recuerdos brotaban como chorros de agua en una enorme fuente, ecos de un pasado en compañía de su primer amor en el que procuraban compartir con sus amigas al menos un par de horas divirtiéndose y pasando un buen rato hasta que la necesidad de estar solas las hacía alejarse y refugiarse en la azotea de alguna casa con el único propósito de admirar las estrellas y compartir besos y caricias que usualmente ascendían a algo mucho más íntimo y significativo. Pero entonces lo inesperado ocurrió, y al igual que Tori lo hizo sus ganas de celebrar también murieron. Fue un año sombrío que solamente tomó color cuando Camila apareció en su vida con la sonrisa más luminosa que hubiera visto nunca.

El primer año que pasaron juntas Camila se había encargado de llevarla al cine y a cafés, heladerías y a restaurantes solamente para decirle a los meseros que era su cumpleaños y entonces compartía su vergüenza mientras recibía entusiasmadas felicitaciones y cantos de cumpleaños con pastel incluido. Con ella, cumplir un año más resultaba aterradoramente emocionante. Pero si le dieran a elegir de entre todos los memorables recuerdos que tenía de ese día, los que más se habían grabado en su memoria y de los que estaba segura jamás podría olvidar, eran los de cuatro años atrás cuando apenas se acostumbraban al tranquilo ritmo de vida en Princeton. Ese había sido un año difícil para su relación, y según Camila, la mejor manera de solucionarlo era volver a sus inicios y así conquistarse mutuamente en los sitios donde todo había iniciado, por lo tanto nada más llegar el 27 de marzo revivieron su primera cita en aquel restaurante de Chicago y replicaron aquella mágica tarde en el parque con preguntas tontas y respuestas ingeniosas para después ser guiadas por Dinah en su vieja camioneta hacia el buffet en el que su viaje comenzó. Esa noche visitaron países distintos por medio de su gastronomía y casi al finalizar la velada reconocieron entre la multitud de meseros a Martha, la mujer que se había tropezado con Camila hacia años y que ahora lucía un elegante traje hecho a medida, un atuendo justo para la gerente del restaurante. Recordaron el accidente como viejas amigas y al igual que en ese entonces Martha volvió a ofrecerse a pagar por su cena y esta vez aceptaron, las circunstancias eran distintas y ahora podían darse ese pequeño lujo. Para finalizar el viaje recorrieron el lago Michigan en un bote privado mientras degustaban dos conos de helado cuyo sabor era el mismo que habían probado esa noche. ¿El resultado? Un rotundo éxito que se repitió meses después, justo en el cumpleaños de la profesora.

Una escapada de fin de semana a "Los Hamptons" que se convirtió en el mejor recuerdo de toda su vida. Un recuerdo que podía oler, sentir, y cuyo sabor era tan dulce como el momento mismo. Admirando la magnificencia natural de Bahía Montego por el cristal de la ventana Lauren sonrió con nostalgia y mientras sentía los cálidos rayos de sol bañar su rostro, se permitió dar un pequeño vistazo a los recuerdos de aquel perfecto día.

It Will Rain (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora