VI- Diplomas

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La entrega de diplomas fue, según Thomas, una tristeza.

Theo le había pedido a Gri, su preceptora, que le diera su diploma y Thomas a su coach. Y luego el resto a profesores, y la verdad que el resto no era un número muy grande de alumnos. Además de Theo y Thomas, había unos veinte chicos más, contando ambos cursos. Eso fue triste, la verdad.

Thomas, como fue el último porque su apellido empezaba con W, observó a cada uno de sus compañeros recibir su diploma. Lo que más le llamó la atención, sin embargo, fue ver a Theo hacerlo. No era que esperara que él no terminara la secundaria ni nada por el estilo, sino que fue observarlo bajar las escaleras del escenario y abrazar a Melissa, la mamá de Alex, y a Andrew y a Iri, además de a él, claro. Fue raro verlo a Theo sonreír tanto sin alcohol encima. Y Thomas abrazó a Theo, y los cuatro se sacaron una foto con él, sonriendo ampliamente. Thomas sintió la normalidad pegarle unos pocos minutos, pero, cuando la tristeza volvió a él, se sentó en su lugar, al igual que el resto.

Luego de varios nombres más, Thomas subió al escenario, abrazó a su coach y agarró el diploma. Se sacaron una foto y él bajó para encontrarse a toda su familia y a Theo. Thomas se obligó a sonreír a pesar de que Finn, su mejor amigo desde que tenía memoria, y Noah, su pareja, no estaban allí. Sintió la mano de su mamá y el brazo de su papá posarse sobre sus hombros mientras sus hermanos se ordenaban a su alrededor. Después de la foto familiar, Theo e Iri se unieron también.

Y cuando Thomas se sentó en su asiento, con Blackwell (envejecido por la guerra y el estrés de manejar un colegio) dando un discurso, él se tuvo que obligar a no llorar. Estaba feliz por haber terminado la secundaria, pero no estaba feliz al saber que eran solamente dos de la Banda, y no los cuatro allí. Siempre había sido más cercano a Finn que al resto, pero, en los últimos dos años, se había acercado a Noah, y en el último mes a Theo. Parecía un ataque personal, la verdad, porque Finn y Noah habían sido sus personas hasta que ellos se fueron. Thomas no estaba muy seguro de que ser parte de un grupo era algo bueno.

Apenas terminó el discurso, todos se levantaron y se fueron a un salón enorme que el colegio tenía en el piso principal. Era amplio, con sillas apoyadas contra las paredes y mesas en un costado para apoyar la comida y para los adultos que querían sentarse y comer. Del otro lado, había una computadora con alguien atrás, quien no parecía saber hacer una mezcla de música ni para salvarse la vida. Thomas, sin embargo, agarró una porción de pizza en una servilleta, un vaso de gaseosa y se sentó en una silla, observando a varios bailar y reírse.

Sintió a alguien sentarse a su lado, por lo que Thomas levantó su vista con pizza en la boca para encontrarse a Erin. Estaba vestida formalmente, con un vestido suelto y oscuro. Apenas llevaba maquillaje en su rostro, pero tal vez no lo veía por la falta de luz. Pero si pudo ver la sonrisa amplia en el rostro de ella.

-Felicitaciones-sonrió Erin-. ¿Cómo te trata la vida, egresado?

-Mejor que a muchos-admitió él-. Pero la comida de aquí es increíble.

-Ah, sí, las pizzas de los egresos: placeres de la vida.

Ambos se quedaron en silencio, observando a los chicos bailar. Erin suspiró y se cruzó de piernas.

-Tú también odias pensar que no todos terminaron el secundario-comentó ella.

-No tienes ni idea-murmuró Thomas-. No es justo, ¿sabes? Noah, la persona que más se esforzaba en todo el puto colegio, y ahora está en entrenamiento militar. Finn, quien era todo menos oscuridad y muerte, está donde el sol no brilla. No es justo.

-Ambos se merecían más que eso-Erin apretó el brazo de él, y tardó un segundo en volver a hablar-. Probablemente no debería decirte esto porque no tiene a ni dieciocho y hay una guerra y mucho dolor, pero te lo voy a decir porque creo que mereces la verdad: al crecer, tu corazón muere. Uno deja de sentir las emociones con tanta intensidad porque el cuerpo se acostumbra a sufrir. Bueno, uno se obliga a acostumbrarse a sufrir, porque sino es demasiado para nosotros. La vida no es llana, Thomas, y lo sabes.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora