IX- Rayos láseres

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Alex agarró la copa de ponche que Finn le pasó. Él se acomodó su traje mientras se sentaba a su lado, seriedad escondida detrás de su máscara.

El salón de baile donde estaban era el del castillo de Edom, de la capital roja donde estaban. Mesas redondas con manteles rojos se extendía por la mitad del salón, observando a una pista de baile y a un escenario. Había candelabros colgando, al igual que unos reflectores especiales para el escenario. Los meseros, vestidos de negro y con máscaras, recorrían el lugar con bandejas llenas de bebidas y comidas. Por algún lado, Duval, Theo y Noah estaban vestidos en esos trajes. Iri y Alby tenían diez minutos más para entrar, y Andrew, Everson y Thomas estaban en la cocina.

-¿Va a venir la reina?-le preguntó Alex a Finn.

-¿Bianca?

-No, Ramira-replicó ella-. Sí, idiota. Bianca.

Finn apoyó su brazo en la silla de ella, sonriendo.- Bueno. No sabría decírtelo.

-La única razón por la que estoy acá es porque quiero verla-dijo ella-. Y porque nos obligaron, claro. ¿No te parece raro que todos hayamos tenido que venir?

-¿Los diez? No realmente.

-Nunca somos los diez.

-Eso es porque le tienen miedo al éxito-replicó Finn, y ella pellizcó el muslo de él-. Nos usan como una válvula, As. Cuándo y cómo quieren.

-Por poco no nos escupen.

-Eso no es verdad.

-Nos llamaron de rodillas para todas estas cosas-dijo Alex-. Sé que esto no va a terminar bien.

Finn apretó la nuca de ella con suavidad, y ella lo ignoró. Sus ojos grises fueron a parar a la entrada del salón, donde estaban entrando las parejas. Un par de parejas pasaron antes de que ella lograra ver a Iri entrando enganchada del brazo de Alby.

Iri llevaba puesto un vestido azul oscuro ajustado al cuerpo, con escote en V bajo y el borde de su vestido tapaba unos tacos aguja altos, y su pelo rubio estaba atado en un peinado demasiado complejo para que Alex pudiera entenderlo. Alby, a su lado, llevaba un traje del mismo color, ambos usando máscaras que tapaban sus ojos, azules con piedras y decoraciones plateadas. Alex, en cambio, llevaba un vestido bordo, con Finn usando el mismo color. Alex aún no se sentía del todo cómoda con ropa ajustada que mostraba tanta piel porque había pasado toda su vida escondiendo sus cicatrices. Pero tenía que hacerlo la misión. No por uno, sino por todos.

-Se ven bien-le murmuró Alex a Finn.

-Alby podría verse mejor-replicó Finn.

-Por los guardianes, conseguite un hobby, amor.

Finn bufó ante eso.

Iri y Alby tardaron unos segundos en encontrarlos. Alex lo único que hizo para llamarles la atención fue levantar su mano a la altura de su cara, actuando sorprendida de verla por si alguien la estaba observando. Iri soltó a Alby y le dio un beso a Alex antes de sentarse en la silla a su lado.

-Se ve hermoso el lugar-comentó Iri.

-Y la comida está rica-acotó Finn.

-¿Qué recomiendan?-inquirió Iri.

-Lo que trae el morocho ese.

Alex levantó la vista y fue capaz de encontrarse con los ojos de Theo, una bandeja en su mano. Ella no pudo evitar sonreír al verlo agacharse ligeramente, ofreciendo comida a rojos. Lo hizo con tanta facilidad que Alex podría haber jurado que, además de peleas militares en La Puerta Uno, también era camarero para pagar las cuentas antes de irse a lo de los Di Forte.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora