IV- Mi Finn

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-Es una mierda.

-Tal vez una ducha te ayude-comentó Danteri.

-Si entro a ducharme, lo voy a hacer con una tostadora-replicó Alex, tapándose la cara con su almohada.

-¿Para morirte?-inquirió Duval y como Alex asintió, sonrió-. Fue gracioso.

-No la incentives-pidió Danteri.

Alex sonrió.- Gracias por eso, Duval.

-Todo por mi teniente.

Alex bufó.

Estaban en la caseta donde dormían y vivían, a eso de las siete y algo de la noche. Tenían media hora de tiempo libre antes de cenar. Todos se estaban bañando y cambiando, y Alex se negaba a ducharse porque estaba de un muy mal humor por Willow y Noah.

Willow y Noah se habían ido ese mismo día a las cinco de la mañana a territorio rojo. Alex se había asomado por la puerta de la caseta, y se había quedado recostada contra el marco de la puerta, observando a la unidad de Noah avanzar por el camino del medio y dirigirse hacia la salida del fuerte. Noah estaba liderando a su compañía, siendo la mejor persona de todo el fuerte, y Alex no pudo evitar seguirle con la mirada. Ya no se veía como Noah Yang, no del todo. Ya no era una persona delgada y sensible, con la gran virtud de ser de las personas más inteligentes que había en todo el mundo, sino que Noah había decidido volverse increíble en todos los aspectos que podía. Simplemente Noah era capaz de hacer eso, nadie más. Y luego de ver a la unidad de Noah irse, ella se volvió a su cama y no durmió nada, y después tuvo que entrenar todo el resto del día.

-¿Puedes bañarte?-preguntó Duval-. Ya me asqueas y todo.

Alex le tiró la almohada.- Gracias.

-Tenemos que comer en quince minutos-avisó Danteri-, así que levanta el culo.

Alex se levantó con ayuda de ella.- Deberían tratarme mejor. Soy su teniente. Podría hacerlas correr treinta vueltas al fuerte.

-Pero no harías eso-replicó Duval-. Porque nos quieres.

-Muchooooooo-acotó Danteri, sonriendo.

Alex rodó los ojos y agarró sus cosas del cajón delante de su cama y fue hacia el baño de mujeres. Como ya la mayoría se habían bañado, había vapor en el baño, y los espejos estaban empañados.

No había fila, así que Alex dejó sus cosas en el banco enorme del medio del baño, se sacó sus botas, remera, medias y pantalón, y entró a la ducha. Una vez que cerró la cortina detrás de ella, se sacó la ropa interior y dejó que el agua caliente la empapara. El agua caliente no le iba a durar mucho, así que se lavó rápidamente y observó el suelo del cubículo de la ducha. Tenía ganas de sentarse bajo el chorro de agua, y simplemente pensar mientras escuchaba las voces de las mujeres y chicas que estaban hablando en el baño. Pensar que quería sentarse en la ducha sucia hizo que se frenara un segundo. La puta, si quería sentarse en la ducha a pensar, significaba que había caído muy bajo.

Eso hizo que ella cerrara la ducha y agarrara su toalla. Se secó el pelo y luego se envolvió con ella. Salió de la ducha y dejó su ropa interior encima de sus cosas antes de agarrar unas nuevas e irse hacia uno de los cubículos de inodoros. Cerró la puerta atrás suya y se empezó a ponerse su bombacha y corpiño. Había estado semanas allí y todavía no se sentía cómoda estando desnuda enfrente al resto. Demasiadas cicatrices como para permitírselo, así que se puso una de las remeras enormes que les daban y salió al baño.

Había tres mujeres hablando mientras se cambiaban, y Alex sabía el nombre de cada una de ellas (María, Catarina y Florina, lo que no era relevante), así que les sonrió. Alex se subió los pantalones y se sentó en el banco para colocarse las botas.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora