VI- Las Primeras Trincheras

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Algo explotó arriba de Noah.

Noah se recostó contra la trinchera, sintiendo la grava y la tierra caerle encima del casco y de sus hombros. Maldijo en voz baja mientras abrazaba el rifle y cerraba sus ojos a pasear de que la pequeña visera del casco los protegía de la tierra. La trinchera contra la que tenía su espalda apoyada tembló. Sintió una mano apoyarse en su brazo, la que ignoró.

Todo dejó de temblar luego de unos segundos.

-La puta madre-murmuró alguien-. La concha de mi hermana que la tengo mil parió, y su santísima madre.

Alguien al lado de Noah se rio, y Noah se giró para encontrarse a Blake lleno de polvo y hollín. Y, a pesar de que había explotado una granada encima de sus cabezas, Blake estaba sonriendo ampliamente. Él se acercó a Noah.

-Los rojos tienen puteadas interesantes-comentó.

Noah sonrió.- Lo sé. No sé ni qué significa lo que acaba de decir.

-Probablemente esté enojado de que una granada casi que nos explota encima.

-Tal vez sea eso, sí-se encogió Noah-. Caldeo, avanza, vamos.

Blake sonrió aún más al ver la cara de Caldeo y Noah lo obligó a avanzar por la trinchera.

La compañía de Noah debía estar avanzando por las trincheras para llegar a donde estaba el general de esa zona para dar indicaciones. Honestamente, Noah ya estaba avanzando hacia allí sin saber siquiera por qué tenía que ir para allá, pero siguiendo órdenes sin dudarlo. Ya Noah ni siquiera se cuestionaba las cosas, simplemente caminaba y hacía lo que le decían que hiciera. Su persona no estaba segura de que eso fuera algo bueno, la verdad, pero ya no le importaba.

Noah atravesó la trinchera a paso tranquilo, con Blake atrás suyo. Tenía su rifle sobre su hombro, una pistola en su cinturón, varios cuchillos a lo largo de cuerpo y como tres capas de uniforme por el frío de la santa puta que hacía en el territorio rojo por ser diciembre. Noah sujetó la tira de su rifle como si simplemente fuera una mochila y no un arma cargada. Todos allí tenían al menos un rifle encima de ellos. Cada uno de los soldados. Y Noah aún no parecía acostumbrarse a eso. Sus ojos siempre parecían encontrar las armas que cada soldado tenía al avanzar por la barricada: el que estaba durmiendo estaba abrazando su escopeta; el que se afeitaba la tenía colgada sobre su espalda; el que comía pan sentando en una de las irregularidades de la pared la tenía sobre su regazo; los que hablaban las tenían apoyadas a sus lados; los que miraban a la nada, por cansancio o algo peor, las usaban para apoyarse. Noah no sabía estar sin su escopeta a su lado. Hasta dormía con su escopeta a su lado y con un cuchillo en su manga.

La carpa o cueva o lo que fuera que era el lugar donde estaban los generales estaba en una zona más metida de la trinchera, por protección a las personas con títulos. Obviamente que el resto podía mandarse a la primera fila porque no eran tan importantes. Noah trató de tragarse el enojo al abrir las telas que usaban como puertas en la sala de operaciones.

La "sala de operaciones" de las Primeras Trincheras era una lugar oscuro y frío, con solamente velas y linternas iluminándolo. El techo era bastante bajo, con no más de dos metros y medio de altura, y abovedado, con piedras en él por haber construido el lugar excavando las trincheras. Había una mesa en el medio de allí, con un mapa, además de unas sillas viejas y gastadas. Varios generales estaban allí, uno comiendo sopa sentado en una de las sillas y otros tres alrededor del mapa. El mapa era un parche gastado con estatuillas que eran unidades, y Noah no podía dejar de pensar que la guerra parecía ser un juego. Simplemente soldados, que eran más números que personas, yendo a morir por el país.

Los generales levantaron la vista hacia Noah y Blake, quienes hicieron un saludo militar y se quedaron quietos, con hombros cuadrados. El general que estaba comiendo sopa en una silla movió su mano, con comida en la boca.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora