XI- Promesa silenciosa

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El querido hombre molesto había vuelto como si la última misión a la que los había mandado hubiera sido espectacularmente fácil, como si no los hubiera casi matado a todos los de ahí. El hombre, soldado, como siempre, se había quedado de pie enfrente del sillón donde lo que quedaba del grupo del grupo elite estaba sentado. Alex y Finn habían llegado tarde, pero, como Alex y Noah eran las encargadas, más que nada, del grupo, le habían guardado un lugar a ella en el centro del sillón al lado de Noah. Finn, sin embargo, se había quedado sin lugar como Theo y Duval, así que se limitaron a sentarse en el piso. Alby le dio su lugar a Iri y se sentó a sus pies.

Alex pasó sus ojos por todos y notó que nadie estaba muy feliz al respecto. Noah no tenía expresión, como siempre que había alguien que no conocía, Theo molesto, al igual que Iri y Alby, pero Finn y Duval se veían hasta aburridos. Alex no sabía qué sentía, así que se aclaró la garganta.

-¿Qué quieren de nosotros?-preguntó.

-¿Y la educación?-quiso saber el soldado.

-Está con un cabestrillo en el brazo una de nuestras líderes-comentó Duval, apoyada en la pared que tenía la ventana-. Y aquí seguimos recuperándonos el resto.

-Estamos todos muy cansados para la educación-dijo Finn-, así que, por favor, habla.

El soldado parecía querer sacar una escopeta y dispararles a todos, pero no lo hizo. Menos mal. Él juntó sus manos detrás de su espalda y suspiró.

-Ojalá pudiera darles más tiempo de recuperación, pero pasaron varias semanas y la guerra no frena-habló-. Lo desearía. En serio. Les veo las caras quemadas y moreteadas y los huesos destrozados y me gustaría mandarlos a territorio azul de nuevo. Pero no lo voy a hacer hasta que recuperen a los dos que les faltan. Quería mandarlos antes que eso porque no creo que se merezcan estar aquí, pero no hay nada que pueda hacer. Perdón.

El grupo elite nunca estuvo más callado que eso. Y eso que era difícil callar a un grupo de chicos menores de veinte.

-No espero respuesta-siguió el soldado-. Así que sigo con las instrucciones: subasta en el castillo. Es una especie de respuesta por el levantamiento del otro día.

-¿Subasta de qué?-inquirió Alby.

-Lavados-replicó Noah-. ¿No?

-Exacto-respondió el hombre-. O eso creemos, al menos. No queríamos dejar de mandarlos a la subasta para salvar a sus amigos. Esto no nos ayuda en lo más mínimo, pero no creemos que tenerlos aquí sea buena idea. Los dañamos más que otra cosa.

-Hay una base de lavación debajo del castillo-dijo Alex-. Lo descubrimos en la última misión. Hay una serie de túneles donde había trenes que, creemos, llegan al castillo. Tuve que casi acostarme con uno de los que vendía a la gente. Millón por docena, me dijo. Se hace millonario mientras destruyen a personas.

El soldado lo consideró unos segundos. Ni siquiera sabía su hombre, se dio cuenta Alex. No sabía qué sentir al respecto.

-Suponemos que hay al menos tres bases de lavación-empezó él-. Suponemos que están distanciadas una de la otra y lejos de personas por si ocurren bombardeos. No se nos había ocurrido que estuvieran conectadas. Una debajo del castillo... es un lugar interesante. Para debatir. Lo apreciamos, gracias.

-Me parecía lo mínimo-se encogió ella.

-¿Cuándo es esto?-quiso saber Theo-. Para ponerme bello.

-El sábado.

-Tenemos un par de días por suerte-asintió Noah-. ¿Y cuál es el dresscode?

-Dresscode-repitieron Theo y Finn por lo bajo, y Noah los ignoró rotundamente.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora