III- El Idilio

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Estar en El Idilio era curador, según Finn. No recordaba cuál era la última vez que había dormido tan profundo. Probablemente hacía meses.

Se despertó cuando el sol ya estaba bastante elevado. Según lo que decía el reloj de la habitación de Thomas, con un cincuenta por ciento de fiabilidad, decía que eran más de la una del mediodía. Finn se sentó en la cama y pasó su mano por su pelo. Todavía no se acostumbraba a tenerlo corto.

Theo y Noah ya no estaban en la cama, pero Thomas estaba durmiendo a su lado. Respiraba profundo, un casi ronquido, emanando calor. Era lo más tranquilo que lo había visto desde que lo habían rescatado de los rojos, lo que dolió un poco. Y claramente no iba a despertarlo ni dejarlo solo, así que lo tapó un poco más y se quedó mirando la ventana.

Finn se quedó mirando la ventana unos quince minutos antes de que Thomas se estirara a su lado. Años de pijamadas y Finn nunca llegaba a verlo despertarse de cerca porque siempre estaba desayunando con la familia o durmiendo. Thomas parpadeó un par de veces antes de enfocarse en Finn. Ladeó la cabeza y encontró el lado de Noah vacío.

-¿Y los otros dos?-quiso saber Thomas.

-Buenos días para ti también-dijo Finn y estiró su espalda-. No sé dónde están. No quería irme hasta que te despertaras.

-Aprecio el gesto. ¿Quieres desayunar?

-Me hace ruido la panza del hambre que tengo-replicó y se levantó-. Te estaba esperando. Mis ganas de ver a Zoë son astronómicas.

Cuando llegaron a la madrugada, la mamá de Thomas los había recibido con los brazos abiertos. Los había sentado en la mesa de la cocina y les había cocinado algo mientras los hermanos Ward los rodeaban y los tacleaban a preguntas. Habían terminado con Mia sentada en el regazo de Thomas y Zoë en los brazos de Theo mientras todos hablaban.

Thomas asintió y se levantó de la cama, con una remera que le quedaba demasiado holgada y unos pantalones largos. Desde que había vuelto, no había mostrado casi nada de piel. Finn se preguntaba si tenía alguna cicatriz que no había visto aún. Estaba por ir al territorio rojo de nuevo para matar a alguien si era así. Pero, desde que habían llegado a la casa, no había mostrado la marca L en su cuello. Finn no iba a decirle al respecto, claro.

Ambos bajaron las escaleras y Finn se rascó la panza por debajo de la remera mientras se asomaba al living lleno de voces. Los Ward estaban esparcidos por todo el living, jugando con Zoë o hablando en voz alta, riéndose. Noah estaba con sus piernas cruzadas en el sillón, hablando con la mamá de Thomas. Theo, sin embargo, estaba sentada en el piso, jugando con Zoë y Allison, mirando como la beba gateaba y trataba de levantarse.

-Mira que linda, Zoë-dijo Theo, tomando sus manitas con una sonrisa en su rostro-. Mira tu equilibrio.

-Más linda-murmuró Thomas, hacia Finn.

Al parecer, habló demasiado fuerte porque su mamá se giró a él. Al verlos, sonrió ampliamente.

-Los nenes se despertaron-comentó ella-. Ahora en unos minutos va a estar lista la comida. Estábamos esperándolos. Pueden tomarse algo o comer galletitas si tienen mucha hambre.

Thomas negó suavemente con la cabeza y fue a sentarse al lado de Noah. Él se acomodó contra Noah, sus piernas contra su cadera, y Noah apoyó su brazo en las piernas de él. Finn le sonrió a la mamá de Thomas.

-Esperamos al almuerzo-dijo y fue hacia Theo-. Ahora, quiero jugar con Zoë.

-Favoritismo-comentó Mia, sentada en la silla del otro lado del salón.

Finn le sonrió y fue a buscarla. Se le agachó enfrente de la nena y le hizo una cara antes de agarrarla de la cintura y hacerle upa. Ya no era tan liviana como antes, pero pudo alzarla sin mucha dificultad.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora