XVIII- Reuniones

2 0 0
                                    

Finn caminó en remera y pantalones por las calles de El Idilio, cargándose de energía solar. Nunca tenía tiempo de simplemente caminar y dejarse calentar por el sol. Siempre estaba corriendo por su vida con un arma en mano y menos uno de ganas de matar a alguien.

Apenas habían llegado a El Idilio, Alex había salido corriendo a buscar a su mamá. Finn no la había frenado, simplemente había agarrado el bolso de ella y había subido por el ascensor con el resto. Les habían dado cuatro habitaciones, raramente. Eran diez y, en vez de darles diez o cinco, les dieron cuatro. Irina había estaba indignada, y Finn un poco también, pero no dijo nada mientras dividían las habitaciones, él apoyado contra una pared.

En el pasillo, habían estado decidiendo qué hacer. Iban a hacer dos habitaciones de tres y dos de dos. Había cuatro parejas, y sólo dos que estaban solteros. Ante ese hecho, Duval se había alejado ligeramente de Everson, y él de ella. Eso había hecho que Finn sonriera un poco.

Finn había mirado a Noah y Thomas, abrazados contra una pared. Finn hubiera adorado haber compartido habitación con Alex, en serio que sí, pero creía que era mejor que todas las chicas estuvieran juntas, y que los chicos compartieran. Alex no estaba para decir quiénes debían compartir, así que Finn tomó las riendas.

-Las chicas comparten una de tres-había dicho él, sobre todos, y se habían girado a él-. Iri, con Duval y Alex. Después Noah y Thomas en una, y Theo y Andrew en otra. Everson, Alby y yo juntos. ¿Todos bien?

No hubo quejas, así que Finn le había dado a Iri el bolso de Alex, y Finn había llevado a Nero y a Alby con él. Cada uno se había quedado una cama y todos se separaron. Noah y Thomas se habían ido apenas habían podido hacerlo, Theo había salido a ir a lo de las Di Forte, Alby había ido con Iri y Andy, y Everson había ido a lo de los padres. Duval se había quedado en el hotel, dando vueltas, así que Finn se hizo una nota mental de darle un tour de El Idilio (de no más de una hora, la verdad). Ella no se había quejado ni nada. Finn casi que se lo agradecía.

Y ahora, Finn se estaba dirigiendo a la casa de Erin Aider.

Como su madre se había muerto, Thomas probablemente se había ido con Noah a su casa, y Melissa Di Forte estaba con sus hijos, así que Finn estaba yendo a lo de Erin. No sabía si estaba ya en su casa o si seguía en Adamas o si había salido a tomar un café o si tenía una vida además del colegio. Y, obviamente, cuando llegó a la casa y tocó el timbre, apareció Erin vestida con jeans y una remera. Tenía su cabello pelirrojo atado en un rodete y parecía haber vuelto recién porque su maquillaje seguía intacto.

Apenas lo vio a Finn, Erin se le tiró encima en un abrazo, acercándolo a ella. Erin siempre había sido lo más parecido a una figura materna positiva en la vida de Finn, tal vez más una tía que una madre, pero siempre había estado allí para él. Siempre, siempre y siempre. Y él había generado un poco de dependencia en ella, la verdad. No haberla tenido por un par de meses había sido bastante doloroso, así que estar siendo abrazada por ella fue uno de los mejores momentos que había tenido en semanas.

Erin se separó de él y lo observó.- ¿Por qué tan musculoso, Finn?

Finn soltó una carcajada.- Entrenamiento militar, señorita Aider.

-La puta.

Erin no era del tipo de decir malas palabras, por lo que Finn sonrió. Ella lo abrazó de nuevo y se separó luego de unos segundos. Pasó su mano por el cabello de él, y le sonrió.

-¿Quieres entrar? ¿O vamos a tomar un café al centro? Invito yo.

-No puedo decir que no a un café gratis, Erin.

Pocos minutos después, Erin y Finn estaban caminando por el centro. Solían ir a distintos lugares a tomar un café cuando se juntaban una vez al mes a hablar de la vida. Hacía varios meses que no se juntaba con Erin, y había ido a una puta guerra, así que había mucho de que hablar.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora