III- Futuros

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Alex se despertó mareada y con todo el cuerpo doliéndole. Abrió sus ojos y uno de ellos dolía, así que supuso que lo tenía hinchando. Sus piernas dolían, pero sus músculos nomás, lo que era bueno, pero su pecho y cabeza dolían de forma anormal.

Enfocó sus ojos con dificultad y se encontró en una habitación bastante claustrofóbica, con una ventana y paredes de cemento. A sus costados, sólo había camas vacías y, justo enfrente suyo, dos camas de cuatro tenían a alguien. Trató de sentarse, pero un dolor agudo le recorrió el brazo, y eso hizo que decidiera quedarse acostada. Se tocó la mejilla y sintió vendas y gasas. ¿Qué onda con su cara?

La puerta de la habitación se abrió y Alex se giró a ella, seria. Se encontró a su mamá, Melissa, parada allí. No pudo evitar su sorpresa ante eso. ¿Acaso eran las drogas? Porque su mamá no podía estar en territorio rojo.

-¿Mamá?-inquirió Alex, con voz rasposa.

-Oh, mi bebé-murmuró Melissa, y corrió hacia ella para abrazarla.

Alex se quedó quieta mientras su mamá la envolvía en sus brazos. Sintió su calor y sus brazos envolverse alrededor de ella. No fue capaz de abrazarla. No por el dolor de su pecho físico, sino por el de su corazón.

¿Honestamente? Estaba hasta un poco enojada. Ella había sacrificado su vida para intentar acabar con la guerra y su madre se había ido a territorio rojo. ¿Para qué encima? Había demasiados médicos azules ya de por sí, no era como que necesitaban a su madre allí. No hacía falta arriesgarla. Ya había arriesgado suficiente.

-¿Qué hacés acá?-quiso saber Alex, y la obligó a su madre a separase-. ¿Por qué estás acá, mamá?

Acento rojo. Melissa no pudo evitar sentir a su corazón achicarse en su pecho.

-Porque no podía dejarte a vos y a Theo solos, amor.

-No me vengas con esas cosas, mamá.

-No cuestiones, Alexandra.

Eso hizo que Alex soltara una risita.

-Por los guardianes-murmuró ella, y se tapó la cara con sus manos-. La puta, mamá. No deberías estar acá.

-Eso lo sé. Lo siento. Quiero ayudar. Quiero ayudarte a ti. Y a Theo. Y a Finn y al resto. Quiero que sean chicos por unos días, ¿sí? No deben preocuparse por comida ni sus vidas, sólo en curarse.

Alex entrecerró sus ojos.- ¿Qué sabes?

Melissa notó que su acento volvió a la normalidad, al acento azul. Bien. Significaba que se sentía más segura.

-Que Andrew murió y que Thomas y otro chico, Everson, están en mano de los rojos. Por ser lavados. Trágico.

A pesar del dolor, no pudo evitar estirar su mano y agarrar el brazo de su mamá. Melissa simplemente la miró, sus ojos confusos.

-Yo sé algo sobre los lavados-murmuró Alex-. ¿Dónde están todos? ¿Están bien? La puta madre, ¿por qué no pensé en ellos antes?

-Okey, tranquila. Primero, ellos estaban bien. Segundo, la boca. ¿Desde cuándo hablas de esa forma? No te eduqué de esa forma, señorita.

-Lo siento-murmuró Alex-. Pero uno prefiere maldecir que matar a gente en algún momento de ser parte del grupo elite.

-No me digas eso.

-Lo sé, perdón, sé que no te gusta. Pero es lo que hago ahora. Y por eso mismo, como líder del grupo, quiero saber dónde están.

-Están cenando-dijo Melissa-. En una sala nuestra. Podemos despertar a Finn y Ty e ir los tres juntos.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora