IV- Historias y soportar mutuo

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Como era un día de invierno no tan fresco, las chicas decidieron salir a caminar por la ciudad de Edom. Tenían tiempo libre, días de tiempo libre, y ya el segundo día no sabían que hacer.

Los chicos se habían quedado en el hospital, comiendo o lo que fuera que estuvieran haciendo. Alex y Finn dijeron que a las cinco iban a comprar merienda para comer juntos, así que ella aprovechó para salir con las chicas por la ciudad y hacer compras de fin de año y de fiestas.

-Esta es la zona rica de la ciudad-comentó Iri-. Aquí hay dinero.

-Hay dos súpers en la misma manzana-murmuró Duval-. Nosotros teníamos un súper a diez cuadras.

-Eso tampoco es tanto-dijo Melissa.

-Mamá, créeme, lo era. Encima era terrible. Tenías que fijarte que las cosas no estuvieran vencidas en las góndolas.

-Oh, pecado-murmuró su mamá, y Alex la codeó-. No me parece el fin del mundo.

-Si te contara que se vendía a la esquina del depto, no estarías muy feliz.

Melissa la juzgó con la mirada y Alex le sonrió.

Era un lindo día en territorio rojo a pesar de la guerra. Había sol, y ni una nube. Había una leve brisa fría que molestaba, pero decidieron ignorarla al avanzar.

Las calles de la ciudad estaban bien cuidadas, con soldados marchando como guardias, pero, ignorándolos, Alex se podría hasta haber enamorado de esa ciudad. Era de la vieja escuela, con calles de adoquín en vez de cemento, y casas de colores ladrillos, grises o blancas gastadas, y varias tenían decoraciones de madera en ellas. Eran tan parecidas que Alex tenía problema para ubicarse. Lo único que le daba el sentido de ubicación era que todas las calles estaban en subida, dirigiéndose al castillo. Tenía sentido que, debajo de la montaña, el punto más alto de la capital, tuvieran todo un cuartel de lavados. Y cerca de ahí, había un río, así que tal vez podían tirar algún experimento mal hecho por allí.

Caminando con las chicas, Alex se dio cuenta que los locales funcionaban a la perfección. Nadie parecía tener falta de dinero. Incluso un lugar cuyo cartel no podía leer por la cantidad de gente tenía fila afuera. ¿Qué tan buena era la comida realmente? Y algo que todavía no terminaba de cerrarle era la moda del lugar. ¿Por qué vestidos largos y trajes? Era vestidos de clase alta o uniformes militares, nada en el medio. Estaba cansada de ver vestidos voluminosos, así que se había limitado a ponerse uniformes militares y caminar con el resto y comprar cosas. Y, por la época, todo el mundo estaba comprando cosas. Todo el mundo.

Pasaron por una especie de súper con puestos, donde vendían todo tipo de cosas. Más un mercado que un súper, la verdad. Había puestos de comida, de ropa, de joyas y de todo lo que Alex se podría haber imaginado. Como era ella, se compró un café y siguió la caminata con las chicas, ignorando las miradas de las personas ante las marcas de su cara y su caminata chueca y su cabestrillo. Todas se habían vuelto buenas ignorando las miradas.

Encontraron una tienda chica, plagada de personas. Tenía paredes celestes y vidrieras que mostraban la comida que había. Por alguna razón, a Alex le llamó la atención. Entraron y Alex notó, ante su sorpresa, que todos los que trabajaban era colorados de tez clara. No pudo evitar su confusión, y se giró al resto, y las chicas también estaban así. Hicieron lo mejor de ella para ignorar ese dato antes de comprarse pan de masa madre e irse.

Se sentaron en una plaza y pusieron en el centro lo que todas habían comprado. Melissa, siendo la madre que era, había llevado servilletas (Alex no sabía de dónde las había sacado) y una botella de agua grande. Alex ni siquiera había notado el enorme tamaño de su cartera hasta ese momento.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora