II- Sombra de una botella

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Alex estaba mirando la sombra de una botella en el suelo de la habitación de Noah.

La botella estaba encima del escritorio y la luz de la luna, a través de la persiana baja, hacía que la botella se viera enorme en el suelo. El agua parecía formar un arcoíris fluido en el suelo, y Alex no podía quitar sus ojos de la sombra. Sentía que, si dejaba de mirarlo, el arcoíris, sus colores, iban a desaparecer.

Su vida se estaba cayendo a pedazos, y quería llorar, y tenía ganas de patalear, y de tirarse al piso y de romper todo. La única razón por la que no estaba haciéndolo era porque Finn estaba con su brazo encima de los hombros de ella, manteniéndola en una pieza.

-Puedes hablar conmigo-dijo Finn.

-Si hablo-replicó Alex, con su frente apoyada en el hombro de él-, no voy a parar de llorar nunca, Finn.

-¿Qué tiene de malo?

Alex se enderezó, en silencio, mirando a Finn. Él estaba con una leve sonrisa en sus labios, no por felicidad, sino que para estar ahí para ella. Ella hubiera sonreído si hubiera podido. Como no era capaz de hacerlo, apretó sus labios un segundo.

-¿Sabés que es lo peor?-inquirió ella, y él ladeó su cabeza-. Que pensé que íbamos a ser felices.

El brazo de Finn se tensó sobre los hombros de ella, y Alex no tenía la energía para arrepentirse por haber dicho eso porque era la verdad. Sin embargo, ella se sorbió la nariz, aún con ojos llorosos, y miró la puerta cerrada.

-¿No lo eres?-susurró Finn-. Ser feliz, digo.

-Con vos sí, pero es que...-ella se levantó, abruptamente, y se frenó en el medio de la habitación antes de girar a ver a Finn. Él la observó, y ella agarró un mechón de su pelo, y él temió que se lo arrancara-. Soy feliz, con la y con todos los de aquí. Pero la vida parece estar cayendo a pedazos. Ya de por sí el tener que estar peleando no es mi parte favorita del mundo, pero no estaba tan mal. Y ahora llega esta noticia, una llamada de los guardianes saben dónde exactamente, y era mi papá, y escuché como lo mataban. Estoy harta de todo, la verdad. La puta... ¿quién le va a decir a mamá? No puedo ni pensarlo. Es todo una mierda.

Finn esperó unos segundos, sentado en la cama, con piernas separadas y manos entrelazadas entre sus rodillas. Como Alex soltó su pelo, con dedos blancos por la presión, él suspiró.

-Lo sé. Lo siento.

-No es tu culpa-dijo Alex.

-Tú sabes que haría lo que fuera por ti, ¿no? Daría toda mi persona con tal de que estés bien. Después de todo lo que te pasó... odio verte así.

-Odio sentirme así.

-No hay mucho que pueda ofrecerte...

-No tenés que darme nada.

-¿Quieres un abrazo?

Alex casi que sonrió.- Sos demasiado dulce para tu bien.

Finn sí sonrió, y estiró sus brazos.- ¿Quieres un abrazo?

Alex sentía que se estaba asfixiando, la verdad. No sabía si eran sus emociones o el peso de conciencia finalmente alcanzándola o qué, pero el oxígeno no parecía entrar a sus pulmones. Finn pareció darse cuenta de eso, así que bajó sus brazos.

-¿Puedo hacerte una pregunta?-preguntó Finn.

-Extrañaba este juego, pero, por tu cara, no me alegra mucho-murmuró ella, y se sentó a su lado, a côté de él, con una pierna doblada en la cama, para verlo-. Pero sí, Finn, sabés que sí. Preguntame lo que quieras.

-Siempre me pregunté-dijo Finn-, ¿por qué no te importa que te toque? Después de todo por lo que pasaste, siempre supuse que todo tacto, hasta un abrazo como el de recién, te molestaría.

Alex se quedó en silencio, mirando la sombra de la botella de antes. Sentía los ojos de Finn en ella, y la mano tentativa en el colchón, pero no se encontró con ellos al hablar.

-Vos te frenas cuando lo pido. Y te das cuenta cuando no lo soportaría.

Finn ladeó su cabeza.- ¿Cómo es eso suficiente?

-Porque es lo único que necesito-se encogió ella-. No es como que no siento atracción sexual. Simplemente, a veces, no soporto el contacto físico por razones obviamente. No depende de mí cuando puedo o no soportarlo, eso ya lo sabés, pero cuando sos vos... no me importa del todo.

-¿Eso es algo bueno?

Alex levantó un hombro.- ¿Supongo?

-Genial-asintió él-. ¿Una pregunta para mí?

-¿Querés darme un abrazo?

-Más que nada en el mundo.

Alex sonrió, y se acercó a él. Finn, sin embargo, se acostó en la cama y estiró sus brazos. Ella se dejó caer contra él, y él se envolvió alrededor de ella mientras Alex se apoyaba sobre su pecho.

-Una pregunta-dijo Finn.

-Decime.

-¿Dormimos? Ya sabes, como un sueño reparador.

-Sí, señor.

Alex se acurrucó contra él, en su hombro, y él pasó sus brazos por los hombros de ella.

Sin poder evitarlo, ella recordó todas las veces que ella y él se habían acostado a las afueras de los fuertes de Adamas, en las hojas y césped debajo de un árbol y la luz de la luna. Recordaba las manos de él en su cuerpo, y su boca en la de ella como si hubiera sido ayer. Poco había sabido ella que esos días habían sido felices, y generó una calidez en su interior que duró poco antes de despedazarla.

Finn pareció sentirla temblar ligeramente, así que la abrazó con más fuerza. Le peinó el cabello con suavidad y sintió su pecho doler por ella. No soportaba el dolor que Alex estaba sintiendo porque se lo acordaba más que nada en el mundo. Y no soportaba eso. En serio que no.

Y, en un momento previo a caer en el suelo, se dio cuenta que si él moría antes que ella... él se volvería un monstruo si ella no estaba a su lado.

Ambos se quedaron dormidos.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora