XIII- Lluvia de sangre

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Theo compararía el campo de batalla con un quemado de gimnasia en Adamas. Había un grupo enemigo delante y una pelota que tenían que evitar. Un par de diferencias: en vez de una pelota, era una bala, y en vez de una, eran millones, las cuales iban con sólo la intención de matar. Y Theo se sentía igual de nervioso que en esas clases de gimnasia. Los chicos en clase de gimnasia aterraban un poco más que los rojos tratando de matarlo.

A su lado, Alex estaba apoyada sobre una rodilla, disparando a los rojos con cara seria. La puta, Theo nunca la había visto disparar, y no estaba seguro de si estar impresionado o aterrado. Ambos, probablemente. Alex siempre había sido intimidante, la verdad. Decidió copiarla.

-¿Y qué hacemos ahora?-quiso saber Theo, disparando.

-Seguimos disparando-replicó Alex, sin mirarlo-. Y así hasta que llegue el resto.

-¿Nada más?

Alex se sentó, usando la cobertura, y subió su mirada hacia él.- Nada más, Theodore. Simplemente trata de no morir, ¿sí?

Theo se agachó a su lado y le guiñó el ojo.- Sí, teniente.

Ella lo empujó y recargó su arma.

Al levantarse, siguió disparando. Los rojos estaban del otro, también tapándose con lo que encontraban. Y Alex tenía la suerte de tener buena puntería. Disparó varias veces, y varios soldados cayeron. Disparó de nuevo, y su bala atravesó el hombro de un soldado, quien cayó con un grito. Ignoró el grito, pero no pudo evitar ver a Theo tirarse al suelo de reojo.

Se agachó a su lado, temiendo con cada célula de su cuerpo que él había sido golpeado con una bala. Sin embargo, al agacharse, vio simplemente pánico en sus ojos. Y recordó que ese era su primer día allí en batalla. Nunca había visto a alguien morir aún. Y acababa de ver a Alex hacerlo frente a sus ojos. Ella se obligó a ser paciente, y apoyó sus manos en los hombros de él. Eso hizo que él la mirara, y ella nunca había visto tanto miedo en los ojos de Theo como en ese momento. El único momento cerca a ese había sido cuando ella había recibido su carta. Sintió su corazón doler un poco ante eso, pero miró los ojos oscuros de Theo.

-Amor-dijo ella, voz firme sobre los disparos-. Sé que es tu primera vez aquí. Si puedes seguir disparando, genial. Si no, te llevo para el otro lado más tranquilo. Eliges tú.

-Creo que quiero vomitar-comentó él.

-Por favor no-murmuró Alex-. Acabo de lavar el uniforme que mejor me queda.

Theo la miró.- ¿No genera nada en ti?

-¿Matar? No realmente.

-¿No te genera nada? ¿Nada de nada?

-Sólo indiferencia-replicó Alex, y observó sobre su hombro-. Creo que no sentir nada es peor. Me hace sentir mal el no sentir, como si realmente hubiera algo podrido dentro de mí. Pero no importa. Levanta la puta pistola y sígueme. Nos vamos a zona segura.

Theo asintió. Alex levantó la pistola y se puso de pie, disparando. Theo se quedó agachado a su lado, y esperó a que ella le gritara a las chicas antes de seguirla. Alex se quedó contra la cobertura de un edificio, y Theo y las chicas la siguieron. Los cuatro llegaron vivos al costado de una casa, justo cuando soldados azules empezaron a correr en dirección a los rojos, ocupando sus lugares. Ahora, ellos tenían que lidiar con los rojos. Genial.

Alex llevó a las chicas y a Theo por las calles de la ciudad como si supiera hacia dónde estaban yendo. Lo único que ella sabía hacer era mantenerse alejada de los disparos, lo que hizo impecablemente bien. Sin embargo, al doblar una esquina sin mirar (idiota), se estampó contra una persona. En menos de un segundo, Alex se había alejado y tenía su arma apuntada contra el cuerpo enfrente suyo. Al levantar la vista, se encontró a una cara conocida, con ojos abiertos. A su lado, una persona castaña apuntándole con su arma a Alex. Ella enarcó las cejas.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora