V- Carta y llamadas

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Iri estaba cansada de ver a su hermano compartiendo saliva y metiéndole la lengua hasta la garganta a su novio. Claro, ella hacía lo mismo con Alby cuando podía, escapándose en tiempos libres al bosque y demás, pero verlos a Andrew y Theo cada tanto hacía que sus ojos dolieran. O que sangraran.

En ese momento, Theo y Andrew estaban contra la pared de una de las casetas, y estaban casi tocándose la campanilla con la lengua. Theo estaba con la espalda apoyada en la pared, su mano en los pantalones del hermano de Iri, y Andrew tenía sus manos en la nuca de Theo, moviéndose sin parar.

-Los va a ojear-comentó Alby.

Iri saltó. Él no había estado allí dos segundos atrás, pero Alby tenía esa habilidad de escabullirse en todos lados. Ella simplemente se cruzó de brazos.

-Podrían no hacerlo-dijo ella-. O esconderse mejor.

-Ni que nosotros nos escondiéramos tan bien.

-Pero es distinto. Ellos siempre están uno arriba del otro. Es molesto, ya. Me olvido que los hombres son hormonales. Imagínate dos.

Alby sonrió.- Ah, el caos hormonal. Honestamente, ni quiero ver cómo resulta eso. ¿Caminamos?

Iri asintió y lo siguió. Las parejas no podían caminar tomadas de la mano o enganchadas por el fuerte bajo el rayo del sol, más que nada porque era como una falta de respeto. De noche, ya uno veía parejas en todos lados. Parejas de todo tipo: hombres con hombres, mujeres con mujeres, chicos y chicas, chicos y chicos, chicas y chicas, personas sin género. Y nadie juzgaba. A nadie le importaba a quien se follaban mientras lucharan por defender el país. Era un acuerdo silencioso y mutuo que tenían entre los soldados y los que lideraban el fuerte.

Usualmente, con Alby caminaban por los caminos en el fuerte. Se mantenían caminando al lado, sin tocarse, y hablaban de ya ni los guardianes sabían. Tal vez era el conocerse la vida y de repente recordar algún momento viejo que había vivido. Era divertido tener algo común a su lado, y eso que Alby estaba en la otra unidad del Fuerte Sui Generis. Pero bueno. No importaba realmente.

-Entonces-dijo Alby, y ella se volvió-, ¿día aburrido?

-Sí-admitió Iri-. Corrimos un rato, hicimos circuitos, disparamos, hicimos nudos, practicamos descender por paracaídas. Nada fuero de lo normal. ¿El tuyo?

-Una mierda.

-¿Qué? ¿Por?

-Simplemente muchas cosas. Muy cansado.

-¿Algo con lo que pueda ayudar?

-Sentarnos.

Iri sonrió un poco y asintió. Caminaron en silencio hasta un árbol y se sentaron a los pies de él, recostándose en el tronco. Ella tomó la mano de Alby y la masajeó suavemente. Él apoyó su cabeza contra el árbol y suspiró.

-¿Me quieres contar?-preguntó Iri.

-No pasó nada-replicó Alby-, simplemente no estoy hecho para este tipo de cosas. Mucho físico. El deporte nunca fue lo mío.

Iri soltó una risa.- Lo sé. Pobre de ti, siendo abusado por deportistas.

-Hey, eso último lo agregaste tú.

-Bueno, había que hacer que la historia fuera interesante.

Alby bufó.- Tan linda, Iri.

-Lo sé.

Él pasó su brazo por los hombros de ella, e Iri se recostó contra Alby. Los dos se quedaron en silencio mientras observaban a los soldados disfrutar del tiempo libre. Era un lindo sentimiento, esa comodidad.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora