V- Vestido negro y uniformes

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-Esto es bastante simple: entran, sacan información y salen.

-Siempre dicen que es fácil-dijo Theo-. Nunca lo es.

-Y eso que no te están vendiendo a vos-comentó Alex, apoyándose sobre el apoyabrazos de su lado-. ¿Por qué soy yo la que tienen que mostrar una teta para que me escuchen?

El soldado que les estaba dando las explicaciones rodó los ojos.- Claramente no dije eso.

-Emm, sí-acotó Finn.

-Yo me ofrezco-comentó Iri.

-Yo también-dijo Duval.

-Ninguna de las dos tiene acento rojo. Di Forte sí.

-¿Y mandarla a ella primero para que nos meta suena como una buena idea para ti?-inquirió Thomas.

-Te lo ponemos en cara, nomás-se encogió Noah.

El soldado rodó los ojos.

El grupo elite había estado ya una semana en territorio rojo, en un departamento en la capital de Edom que era para cinco personas. Obviamente, diez personas en ese lugar no estaban del todo cómodas. Tenían tres cuartos, y todos se dispersaron en ellos. Había dos baños que se estaban cayendo abajo, la verdad, al igual que todo el departamento, pero Alex trataba de no generar mucho problema sobre eso. Ya tenían los suficientes.

Ahora, estaban todos en el living, excepto Andrew, quien se estaba duchando porque finalmente había sido su turno. Todos se habían distribuido por la habitación, Alex con Iri, Finn y Theo en el sillón de tres plazas, y los otros por el lugar, en el piso o contra una pared o con una silla de la mesa en una esquina, en la que ni siquiera entraban. Enfrente de Alex, había un señor, pobre señor, con el trabajo de darles indicaciones a los azules espías en territorio rojo.

Las indicaciones de ese día eran mandar a tres de ellos a las calles del territorio rojo, a una reunión de las distintas pandillas o bandas o como si dijeran. Alex se hubiera ofrecido a volverse, claro, porque no quería ser metida en cosas innecesarias. Sin embrago, como tenía acento rojo, la estaban tirando abajo de un tren para meterse en una de las reuniones de unos mafiosos rojos. Ella no quería meterse ahí, y mucho menos tener que usar escote en todos lados con el frío asqueroso de la capital roja. Eso de usar, cómo había dicho el soldado, sus "dotes femeninos" no era lo de ella por razones obvias.

-¿Quiénes vienen conmigo?-inquirió Alex.

Hubo un par de quejas ante ese comentario, y el soldado que daba las indicaciones parecía estar agotado de lidiar con adolescentes. Alex también lo estaba, así que simplemente se cruzó de brazos.

-¿Cuántos vamos a hacer?-preguntó Alex-. ¿Cinco?

-Tres-replicó el soldado.

-¿Tres nomás?

-Es un lindo número-comentó Theo-. Me ofrezco para formar parte de ese número.

-Yo también-dijo Finn-. Obviamente.

-Hey, yo también-pidió Duval.

Hubo varios comentarios más, y Alex simplemente suspiró. El soldado parecía querer hacer lo mismo, pero simplemente se quedó de pie, con brazos cruzados detrás suyo, unos segundos más antes de volver a hablar.

-Y otro trío más-dijo él-. En uno van a estar Di Forte, Pace y Nixon. En el otro, Nero, Ward y Devin. ¿Alguna queja?

-¿Los otros cuatro?

-Pueden dormir. Deberían hacerlo. ¿Cuatro en un lugar con diez lugares para dormir? Aprovechen las camas cómodas.

-Sí, hijos de puta-murmuró Theo.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora