VII- Amistades y futuros

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La vida era diez veces más fácil en El Idilio, y eso que el grupo elite tenía que trabajar siete, ocho horas por día cinco veces a la semana. Alex hubiera elegido ese trabajo de oficina antes de ir al territorio rojo toda la vida.

Le quedaban dos meses de vacaciones pagadas aún, a todo el grupo elite. Sin embargo, Alex sentía que se estaba volviendo loca. Así que le había dado a Noah, al general, la idea de empezar a trabajar, pero teniendo los dos meses de vacaciones para cuando quisiera. Noah, claramente, había dialogado al respecto con sus superiores (o sea, con soldados de la capital) y dijeron que por ser el grupo elite, podían hacer casi cualquier cosa que querían.

Como líder oficial del grupo elite, tenía una oficina en la zona de los soldados con mayores títulos. Era chica, comparada con la que había sido de su papá, pero con una ventana que daba a la calle principal. Tenía un escritorio y una biblioteca casi vacía. Las paredes estaban desnudas y solamente unos cajones del escritorio amplio tenían cosas, pero cosas de librería, como lapiceras o ganchitos para papeles. El gobierno le daba una computadora y papeleo que debía hacer.

El primer día, Finn creó la tradición de llevarle un café a eso de las diez de la mañana. Por las dos semanas que estuvo trabajando allí, Finn le llevó un café al mismo horario de varios lugares a lo largo de la ciudad. Ese día, sentada en su escritorio, alguien golpeó su puerta a las diez y cinco. Ella levantó su vista y sonrió al verlo.

Finn apareció por la puerta, con un cartón con dos vasos de café y una bolsita en su mano. Ah, comida y bebida. El amor de su vida.

-Te ves inteligente-le dijo Finn a Alex.

Ella sonrió.- Gracias. ¿Qué trajiste hoy?

Con su pie, Finn corrió la silla enfrente del escritorio de ella. Apoyó los cafés y le pasó una ella. Al ver el cartón, sonrió.

-¿Es de Alfie?

-Obviamente.

-¿Trajiste de las galletitas...?

-Y brownies.

-Sos el amor de mi vida en serio-declaró Alex, estirando sus manos.

Finn le pasó su vaso de café y el paquete con comida. Le dio servilletas y se recostó en la silla. Según lo que sabía Alex, probablemente tenía chocolate caliente en su vaso. Le gustaba mucho el chocolate de Alfie.

-¿Y qué haces?-le preguntó Finn.

Ales suspiró.- Investigando sobre los lavados. Como hace semanas ya.

-Uno pensaría que, después de todo, no tendríamos que hacerlo-murmuró él.

-¿Thomas todavía no habló?

-No creo que lo haga-admitió Finn-. A mí no me dijo nada aún. A Ty tampoco. Creo que a Noah tampoco. Y si no le contó a Noah... no creo que lo haya hablado aún. No creo que quiera hacerlo.

-Sí, ya sé-murmuró ella.

Finn la observó.- ¿En serio crees que Tommy pueda tener información sobre los lavados?

-Sí. Pero no se la voy a pedir.

No a Thomas. No a su grupo elite. Ya habían sacrificado lo suficiente.

-Gracias.

Alex ladeó su cabeza.- ¿En serio que pensabas que lo iba a obligar a Thomas a hablar?

-No, confío en ti más que en nadie. No confío en el gobierno.

-No digas eso donde trabaja el gobierno-replicó ella, sonriendo-. ¿Y qué hiciste vos hoy?

-Pudrirme debajo de mi frazada.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora