XIX- La llamada

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Noah corrió por los pasillos del Hotel Adamas

Lo primero que le había ido a Noah a la cabeza era que Alex debía estar en lo de su mamá, pero, probablemente, John había probado llamar ahí primero. Como no habían atendido, ella y Theo debían estar yendo al hotel recién. Así que, por descarte, Noah tenía que encontrar a Finn. O tal vez a Duval. Pero Noah sabía que ella prefería a Finn sobre todos.

Subió al ascensor para bajar al piso que compartía con el grupo elite. Tenía una habitación en el hotel, sí, una suite, pero se sentía fuera de lugar allí, como si estuviera en el cuarto de otra persona y no de la suya. Era raro ver todas sus cosas allí, como libros del colegio o el uniforme. No se sentían como sus cosas. Ya no más, al menos. Además, el estado ya había pagado por las habitaciones del hotel, así que hubiera sido de mala educación no dormir en habitaciones ya pagadas.

Al llegar al piso de las habitaciones, se encontró a Finn apoyado en una pared, hablando con Duval. Él tenía una toalla en su hombro, y estaba asintiendo ante algo que Duval estaba diciendo. Probablemente algo de El Idilio, suponía Noah, pero no le importó, ya que, apenas los vio, se acercó corriendo. Finn fue capaz de verle corriendo, por lo que le sonrió un poco. Aún estaba sonriendo cuando Noah se frenó a su lado y apoyó su mano en el hombro de él.

-Hey, Noah-dijo Finn-. ¿Por qué el apuro?

-¿Viste a Alex?

-Creo que estaba volviendo de su casa.

-¿Y Theo?

-Estaba con ella también-replicó él, y ladeó su cabeza-. ¿Pasó algo, Noah?

-Hay un llamado urgente para ella...

-¿Urgente?-inquirió Finn-. ¿De dónde? ¿Qué pasó?

-Yo... no sé, Finn. Me dijo mamá, y yo vine corriendo acá, por un llamado de John, y no sé...

Noah escuchó el ascensor, y se giró.

Alex estaba allí, sonriendo con Theo, quien parecía estar contando una anécdota. Alex se rio, y Noah pudo ver un poco de la Alex de El Idilio, llena de vida con amigos y una familia que la quería. Ella no solía verse así en batalla. Noah había tratado de encontrar alguna palabra para describirla, con sangre y tierra en la cara, pero no había encontrado nada exacto. Lo más cercano que había encontrado era devastador. No devastador para ella, sino para el resto. Cuando estaba seria, con sus ojos grises más fríos que el polo del norte, y su boca en una final línea con sangre y tierra y polvo en su cara. Noah nunca había pensado en Alex como alguien aterradora, pero esa idea había cambiado cuando la había visto en las Primeras Trincheras. Ni un rojo generaba esa incomodidad que Alex hacía que Noah sintiera a pesar de que estaba de su lado. A veces se olvidaba de que Alex había sido una persona mucho antes de que la Banda la conociera.

Alex soltó una carcajada, apretando el brazo de Theo. Y Noah se preguntó de nuevo cómo era que Alex, a pesar de todo lo que había vivido, era tan persona como lo era. Había pasado por tanto y era capaz de reírse con Theo como lo estaba haciendo. Noah se preguntaba si alguna vez iba a ser así de fuerte. No que Noah no había pasado por sus cosas, especialmente los últimos días, pero Alex simplemente tenía un talento sobrenatural para adaptarse.

Noah se giró a Finn, y pudo ver sus ojos brillar. Siempre hacían eso cuando Finn miraba a Alex, la verdad. Pero Noah casi que podía verlo brillar. Alex hacía eso en él, y no que Noah se quejara. Era lindo ver a Finn feliz.

-Buenas-saludó Alex, sonriendo-. ¿Qué cenamos?

-As-dijo Finn-, Noah me dijo que hay una llamada urgente para ti...

Alex se puso seria.- ¿Qué? ¿De dónde?

-¿Tu papá?-habló Noah-. ¿Creo? Algo sobre un llamado urgente...

-¿A dónde voy?-le preguntó ella a Noah.

Noah la guio por el pasillo, a paso rápido. Llamaron el ascensor, y Thomas estaba en ese. Él parpadeó al ver a Theo, Finn, Duval, Alex y Finn, pero se quedó en su lugar cuando Noah lo empujó contra la pared. Thomas simplemente asintió y se quedó en silencio en la esquina del ascensor, sintiendo la tensión del lugar.

Subieron casi diez pisos, y, apenas se abrieron las puertas, Noah y Alex salieron corriendo. El resto los siguieron por el pasillo, y Noah los llevó a lo que era su habitación, o eso supuso Alex que era. Por lo que Finn le había dicho, tenía una de esas habitaciones enormes que los millonarios pagaban cuando bajaban simplemente para demostrar que tenían dinero. Y Alex entendió completamente esa comparación al ver la habitación de Noah.

A pesar de todo lo que estaba pasando por la cabeza de ella, se permitió un segundo de lucidez para ver el cuarto de Noah. Bueno, mejor dicho el departamento de Noah. ¿Por qué nunca iban allí? Tenía hasta una cocina, y una sala de estar con demasiados sillones mullidos. Además, había un balcón que daba vista a la cordillera y mostraba toda la ciudad. Alex se preguntaba por qué y cómo era que Noah no estaba allí constantemente. Y, sin embargo, observando la belleza del lugar y las distintas puertas y la vista, no pudo evitar enfocarse en dos figuras en la sala: una mujer arreglada y formal, con una falda tuvo y blazer azul marino, y un chico que Alex ya había visto, Owen, el hermano de Noah.

Alex esquivó a Noah con facilidad y casi que corrió hacia la mamá de Noah. Ella tenía un teléfono en la mano, y estaba mirando la cordillera hasta que Alex se le frenó en frente, ignorando el desorden de ropa y libros y papeles.

-¿Me llamó?-inquirió Alex.

La mamá de Noah levantó la vista hacia Alex y asintió. Le pasó el teléfono y, antes de que Alex dijera algo, ella y Owen se fueron de la habitación.

Alex se quedó con el teléfono en la mano y los observó alejarse. Ella miró a sus chicos y a Duval allí, todos los ojos en ella. Sin embargo, Alex se encontró buscando a Finn con su mirada, quien asintió, alentándola a hablar. Ella suspiró y apretó el botón de alta voz para que todos escucharan.

-¿Hola?-habló Alex, al teléfono.

-Alex.

-Sí, pa. ¿Pasó algo?

Hubo silencio. Alex no fue capaz de sacar sus ojos del teléfono.

-¿Pa?

-Algo terrible pasó, Ale-dijo su papá-. La ciudad roja, ¿la que ayudaste a conquistar y por la que te enviaron lejos? Esa ciudad ya no existe.

-¿No existe? ¿Cómo que no existe?

-Ha sido bombardeada por los rojos, amor. Todos los que estaban ahí, todos los soldados y médicos ya no existen.

Alex miró el teléfono.- ¿No existe? Pa, escuchame: ¿quiénes sobrevivieron? ¿Dónde estás ahora?

-Todos están muertos, Ale-dijo su papá-. Todos los que estaban aquí murieron.

Miller.

Su escuadrón.

Danteri...

-¿Willow...?

La voz apenas salió de ella. Su papá se quedó en silencio unos segundos.

-Muerta.

-¿Seguro?

-Sí, Ale, muy seguro, lo siento-habló su papá a través del teléfono-. Sólo cuatro sobrevivimos porque estábamos habiendo rondas de seguridad, y no vamos a durar mucho tiempo. Los rojos vienen a por nosotros...

-Pa. ¿Dónde estás? Voy a por vos...

-Ya es tarde, Ale-avisó John Di Forte-. Ya están aquí. Dile a tu madre que la quiero, ¿sí? Y a ti también, amor. Más que a nada en el mundo. Ustedes van a ser mis chicas para siempre. Las amo.

Se escuchó un golpe en la línea, como si algo se hubiera caído. Alex observó el teléfono y se obligó a llamar a su papá, gritando, pero nadie respondió.

Un par de voces en la línea telefónica.

Un par de gritos.

Un par de llantos y quejidos.

Un par de disparos.

-Muerte a los azules-dijo alguien, sin acento rojo.

Y, pocos segundos después, la línea telefónica se cortó.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora