VII- Medianoche

2 0 0
                                    

Alex nunca había roto reglas en el Fuerte Impera, más que nada porque le aterraban las consecuencias en un regimiento militar. Sin embargo, como Finn le había dicho de encontrarse a las doce en el bosque, ella iba a encontrarse con su futuro esposo (literalmente) a las doce de la noche en el bosque. Ni siquiera dudó en hacerlo.

Ya a las once y media de la noche todos en la casona de Alex estaban durmiendo. Duval, quien solía quedarse hasta tarde, se había quedado dormida con una revista sobre su pecho. Al lado de Alex, Danteri estaba durmiendo profundamente. Nadie iba a cuestionar su persona saliendo de su caseta, tal vez quería salir y mirar las estrellas, pero oficiales superiores sí lo iban a hacer, por lo que se vistió de negro antes de salir de la casona.

Alex siempre había sido bastante silenciosa, la verdad, lo que formaba parte de haber pertenecido a una casa abusiva. Había cosas que aún seguían en ella: dormir vestida de pies a cabeza para que uno tardara más en sacar la ropa, usar medias para silenciar el ruido de sus pies al caminar por madera, observar a su alrededor constantemente, escuchar varias cosas al mismo tiempo, y estar atento ante todo movimiento o cosa fuera de lo normal. Había tantas cosas en su lista de cuidados que ya ni sabía cuáles eran. Las tenía grabadas detrás de sus párpados y su cuerpo entraba en un modo automático, y ya no tenía que pensar qué hacer, sino simplemente hacerlo.

La medianoche era la hora más oscura de la noche antes de la anterior al amanecer, la que aún no era. Finn la iba a esperar unos pocos minutos, por lo que debía moverse rápido. Se escondió contra la pared de su casona, observando el movimiento de soldados a su alrededor. No había mucho, simplemente rondas de seguridad, quienes estaban cansados como para prestar mucha atención a su alrededor. Simplemente caminaban con rifles cargados en sus hombros, conversando mientras rodeaban la base, siguiendo un camino específico. Bueno, era una rutina, nada al azar, por lo que observó el circuito por unos minutos, deduciéndolo, antes de escabullirse.

Escabullirse con una rodilla doliente fue bastante difícil, la verdad, pero ignoró el dolor mientras pasaba de caseta en caseta, mezclándose con las sombras. Alex les agradeció a los guardianes por los rompe pelotas de sus superiores por hacer que siga moviéndose a pesar de heridas, y también, claro, a su testarudez. Como tenía que estar relativamente en cuclillas para avanzar, su rodilla no molestó tanto. Sintió su corazón abandonar su pecho cuando vio a una sombra de un general atravesar un camino por el que ella iba a caminar. Menos mal que el general estaba agotado y no vio la sombra moverse en la oscuridad.

En menos de cinco minutos, Alex estaba en el bosque, avanzando rápidamente hacia el fuerte de Finn. Había sido difícil pasar la valla que dividía el fuerte del bosque porque había soldados de cada lado, conversando en voz baja. Ella tuvo que encontrar una ruptura en la valla (la que encontró en menos de un minuto porque todo era financiado por el gobierno), la atravesó haciendo cuerpo a tierra, y pasó por el bosque, con bastante cuidado a pesar de todo. Se frenó en el borde entre el fuerte Impera y el Divide, tal como la famosa frase "Divide et Impera": divide y conquistarás.

Alex se apoyó contra el tronco de un árbol, y miró las sombras de la noche: una hoja cayéndose, el ruido de las hojas moverse, el agua del río correr... hasta que escuchó una rama romperse. Giró su cabeza hacia el ruido, estando incómoda sin nada con qué defenderse hasta que vio a una sombra familiar avanzar por la oscuridad, lentamente. Ella sonrió levemente mientras se acercaba.

-Buenas, amor-saludó Alex.

La figura se giró, y, bajo la luz de la luna, sonrió.- As.

-¿Me extrañaste?

-Siempre te extraño.

Finn agarró la cintura de Alex y le dio un beso en los labios. A pesar de estar vestida de negro con un atuendo militar, él parecía estar muy contento de verla. Y de tocarla. Sin embargo, el beso no duró mucho. Él se separó y le acomodó un mechón de pelo.

LA HORA AZUL: LOS AZULESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora