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Sin creerlo

Lara

Casi siempre estoy en el hospital, estuve ahí durante casi cuatro meses y en esos meses no salí de aquel hospital.

Cuando Anita me visitaba, no era lo mejor, pasábamos por silencios muy, muy, pero muy incómodos.

Aún que, la mamá de Acapella, Voz, también me visita, solo que es para que los minis heroicos sepan que estoy bien, por qué por ser menores de edad, no los dejan entrar.

—Pero no entiendo el porqué —dije mientras me levantaba de mi cama.

La enfermera (de la cual me hice buena amiga) me dejó una pastilla que de esa solo me trago la mitad.

—Porque aún no estás bien, y los heroicos no quieren que te vean en mal estado.

—Eso es lo que no entiendo.

—De ahí, yo ya no sé más... Bien, voy a hacer algo, adiós y descansa.

—Bien, adiós.

Me senté en la cama y rápidamente me trague la pastilla con un poco de agua que me dió la enfermera.

Esto es muy aburrido.

Habían hojas en blanco, pinturas y pinceles, me lo trajo Missy en unas de sus escapadas.

Empecé a poner todo para pintar, pero ya no sé qué pintar, intente hacer un árbol, no pude... Intente varias cosas pero no pude.

Hice tantas mezclas, me rendí, esperaré a que se seque las pinturas y las quitaré de la paleta, me da mucha satisfacción ver cómo se despegan.

Suspire y con un lápiz empeze a hacer líneas, círculos, cuadrados, de todo hasta que me detuve.

Vi en lo que se formó, no puede ser.

—Esto... No puede pasar...

Dibuje a mi madre, no se por que lo hice, tenía sus facciones.

Y me di cuenta de cuántos colores cree, tonos de piel, ojos, cabello. Hice todo esto sin darme cuenta.

—¿Porqué? —me susurré mientras dejaba las cosas en la mesa.

No puedo creerlo.

—¿Por qué siempre tienes que ver con algo, mamá? ¿Porqué?

Guarde las cosas y me acosté en la cama, la puerta se abrió pero no había nadie.

—¿Comodín? ¿May? ¿Espíritu maligno? Solo espero que no sea Aíren —susurre cerrando la puerta.

—Hola.

—Hola, ¿que haces aqui?

Era Comodín.

—Los chicos querían ver si estabas bien y como no nos dejan entrar, pues decidí entrar a escondidas.

Me senté en la cama.

—Bueno, pues estoy viva, saludable en si y ahora sin poderes, claro que estoy bien.

—¿No te es raro no tener los poderes?

Se sentó a mi lado.

—No, toda mi vida no los tuve, sé cómo vivir sin ellos.

—¿Insinuas que los chicos y yo no podríamos vivir sin nuestros poderes?

Lo mire.

—Estamos hablando de mi, no de ustedes.

Superheroicos ■Tu Y Comodin■ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora