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Lara

—¿Por qué estás ebria? —le pregunté cuando salimos de la escuela.

—Verás, la maestra dejo su bolso ahí a la vista... Entonces, como buena alumna, bla estaba cerrando, por qué. ¿Sabes cuántos alumnos roban? Es de locos la cantidad —dijo riendo.

—¿Muchos? Dimelo en el camino, hay que ir rápido —hable mientras ella se apoyaba en mi.

—De acuerdo, aún que no entiendo por qué tanto miedo...

—No es miedo es temor, no es lo mismo, somos niñas apenas adolescentes, una está ebria y la otra no, en las calles, a oscuras, es temor a que nos pase algo —expliqué mirando al rededor, Missy seguía apoyada en mi.

—Oh... Lo hubieras dicho antes —respondió y bufé.

—Lo dije —susurré y sentía como Missy se quería dormir—. No, no, no, espérate, aún no llegamos, falta poco.

—Apúrate —me pidió y me detuve mirándola.

—Apúrate tu —dije soltandola pero ella me agarró del brazo y se aferró.

—No te vayas sin mi, no me abandones —habló y empezó a caminar jalándome.

—De acuerdo, pero ya vámonos —le pedí y ella empezó a correr mientras reía.

—Vamos, eres muy lenta —me comparo riendo y empeze a correr.

Aún faltaba para la casa así que solo corríamos pero Missy se reía y la tenía que cargar o decirle que se apure.

—¿Ya llegamos? —me pregunta y veo que la casa está enfrente de nosotras pero ella se estaba cayendo.

—Si Missy, pero tienes que hacer silencio, menti, Anita si está en casa, pero según se siente mal y me dejó venir a la fiesta —le dije y recordé que habíamos planeado una pijamada.

—¿Que hable alto?

La mire a ver, tenía una sonrisa malvada y negué.

—Si hablas alto; te juro que te costuro la boca.

Negó sonriendo.

—De acuerdo Larita, no hay necesidad de ser agresiva —me dijo y me dió risa pero no me reí—. Y, además, si abuelita está en casa, ¿por qué me traes?

—Bueno, te necesito y leí que los borrachos son inconscientes, puedo hacerte unas preguntas y tú no me dirás nada malo, creo —expliqué cruzando la calle rápido.

—No sé si sentirme usada o una colada en una casa.

—En parte, también porque no te dejaría sola y borracha por nada en el mundo.

Llegamos a la puerta de la casa, saque las llaves y abrí en silencio, le tape la boca a Missy y la empuje hasta las escaleras.

—¿Lara? ¿Ya llegaste? —me pregunta Anita, está en la sala y nosotras en las escaleras.

—Si Anita, me dolieron los... ¿Pies? —intenté explicar empujando a Missy sin hacer ruido.

—¿De tanto bailar? ¡Ja! Yo de joven bailaba toda la noche hasta el amanecer sin importar el dolor, aún que luego no podía caminar por el dolor —explicó y vi como Missy estaba apunto de hablar y le volví a tapar la boca pero ella me lamió la mano.

—Que asco —le susurré limpiando me en su blusa y ella sonrió.

—¿Pasa algo? —escuché y suspire.

—No nana, solo estoy cansada... Voy a ir a dormir, si no le importa... Desearía que no me vaya a hablar... Quiero descansar bien —le pedí mirando a Missy.

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