C A P Í T U L O | 30

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30.- "Duelo"

Narrador Omnisciente

La motocicleta negra aceleró en medio de la calle, había una cantidad media de autos, la agilidad del conductor y la experiencia le ayudaban a esquivar y sobrepasar los varios coches que había sin ningún problema.

Y más que nada, era su enojo el que le hacía ir más veloz. Normalmente, Bryant siempre lograba encontrar la tranquilidad, pensar con la cabeza fría era algo en lo que él no tenía problemas, pues con el paso del tiempo, había hallado la forma de sacar sus frustraciones de maneras no violentas o fuertes.

Pero ahora... Bryant estaba dispuesto a saltar todos los semáforos en rojo, a gritarle a cualquiera que se interpusiera en su camino, acababa de ver cómo habían asustado a Aristeo de las peores maneras, y el hecho de saber quién fue lo enojaba aún más.

Es decir, nadie se lo había confirmado, lo único que tenía de pista era una nota, el modelo de auto de los tipos que había visto cuando llegó al callejón, y toda su intuición concentrada en Narciso Rutland, del cual, ya estaba llegando a su gran casa.

Luchó para guardar la compostura al llegar a las rejas de entrada, claramente había un vigilante cuidando quién entraba a casa y quién no, pero este vigilante ya conocía a Bryant, pues en pocos años anteriores; él venía a visitar a quién en este entonces era su novio.

Solo por esa razón, lo dejó pasar sin ningún problema, creyendo la mentira de O'Donell, de que Narciso lo había llamado para hablar algunas cosas, y que le había avisado que ya estaba llegando.

A Bryant no le causaba problema ser honesto, pero sabía mentir muy bien cuando se lo proponía.

Pasó con su motocicleta hasta la entrada principal de la mansión, bajó de esta, retirando su casco con mucha velocidad, sus piernas caminaban rápido y seguro, alguien abrió la puerta por él para recibirlo, pero él ni siquiera logró prestarle atención.

Cuando Bryant estuvo dentro de la vivienda, su vista viajó por todo el lugar, era enorme, pero no tan grande como su enojo en estos momentos, él recordaba por cuál ventana entraba cada noche para visitar a Narciso, y recordaba cuál era el camino cuando salía de la casa.

Así, subió las escaleras firmemente, Bryant ni siquiera supo lo enojado y apresurado que se veía, hasta que un pelinegro de su altura o un poco más bajo, lo detuvo.

—Hey, ¿qué estás haciendo aquí?

Ionel, su ex-cuñado, lo veía con confusión.

—¿Dónde está Narciso? —la voz de Bryant era más profunda y directa.

—Responde mi pregunta primero. No voy a dejar que veas a mi hermano si estás así.

La poca paciencia de Bryant se estaba acabando.

Miró realmente mal a Ionel, imponiendo sus ojos de serpiente sobre los azules de Rutland, su quijada se volvía a tensar, y su dentadura hacía presión.

—Quítate —ordenó sin más—, aquel idiota hizo lo único en su vida que no debió hacer.

—¿De qué estás hab...

—O explícame tú quién pudo haber mandado a dos hombres a querer aprovecharse de Aristeo y dejarle una nota—siguió, sin bajar su postura o su tono de voz—. Fui paciente con él, le advertí no acercarse y vi como estuvieron a punto de hacerle daño a Hayes. No me digas que no lo crees capaz porque sabes que sí lo es.

Ionel sabía que su hermano era capaz de eso y más, Narciso no estaba bien mentalmente, siempre había tenido mala costumbre de obsesionarse con lo que era suyo, y hacía lo que fuese necesario para quedarse con lo que según él, "le pertenecía".

BRYANT ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora