C A P Í T U L O | 19

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19.- "Strawberry"

Narrador Omnisciente

Un dolor agudo llegó a la parte baja de un tailandés, su cuerpo no estaba en el mejor estado, la noche estaba acabando, en los primeros rayos de luz, él solo quería escapar.

La noche de ayer fue quizá la peor de su vida.
Le gustaba que lo hicieran rudo, pero lo que pasó ayer de verdad lo había lastimado en grandes cantidades.

Salvaje, animal, me amarraste como un marrano —susurró Elian acariciando sus muñecas marcadas por cuerdas, mientras miraba al chico que se hallaba dormido—, agregado a mi lista negra de personas a las que jamás dejaré que me vuelvan a llevar a una cama.

Él castaño apenas se colocó su short y top de colores claros, acompañados de aquellos tennis, calcetas y cadenas, salió de esa casa, no sin antes llevarse algunas fresas de la cocina, ya que tenía mucha hambre la mayor parte del tiempo.

Se aseguró de poseer sus pertenencias en total orden, y simplemente caminó por la cera desde el otro lado de la ciudad a su casa.
En el trayecto, comió de algunas fresas, Elian caminaba en silencio, entre bostezos, y a veces a su cabeza venía un fragmento de alguna canción y bailaba en medio de la calle.

Empezó a ver por la calle, que estaba pasando por una zona de la ciudad dónde vivían personas con mucho dinero, una zona que pocos podían pagar una casa, ya que tenían una mejor vista de la ciudad, así como si estatus social, sus casas eran altas y grandes, muy imponentes.

Elian se maravilló de tan lindas casas, aunque ha estado con muchas personas envueltas en billetes, ha descubierto que la mayoría solo le sirven para obtener dinero, pero a la larga, poco le interesaba sino iban a darle una buena experiencia en la cama.

Acomodó mejor sus gafas de sol, eran de un estilo retro, pequeños y de forma ovalada con un color rosado en el cristal, se arrepentía de haberse puesto estas que aunque él sabía que le quedaban bien, no cubrían sus ojos del sol al estar posados más abajo de su nariz.

La resaca también lo consumía, tenía más hambre que sed, haber conocido un club nuevo, el alcohol, y su peor encuentro sexual, lo derrotaron.

La mañana por este lugar era tranquila, le daba poco temor ir solo a cualquier lugar, solo que le parecía ridículo encontrarse con personas que de verdad estaban de pie a esta hora por gusto, esto porque ahora mismo, Elian divisaba a lo lejos a alguien correr por la misma cera, pero en sentido contrario a dónde él iba.

Sus ojitos tailandeses se achicaron, porque creía recordar esa cabellera negra, que venía ahora trotando a una velocidad calmada.

Cuando pudo reconocer el rostro y cuerpo de aquel chico, soltó una risa amarga.

El capitán miedoso. Pensó.

—¿Elian? —se escuchó la pregunta del sujeto que finalmente se había encontrado frente a frente al de ojos claros. Ionel usó un bonito reloj inteligente color negro para bajar el volumen de esos audífonos inalámbricos del mismo color, y al quitar uno, pudo escuchar.

—¿Quién más? —sacó burlón—, me estás viendo en vivo y a todo color, oye, no es por nada, pero de verdad, ¿quién corre a las siete de la mañana por gusto?

Él pelinegro, claro que recordaba lo que hicieron en la playa.

Recordaba perfectamente cómo ese pequeño tailandés estaba debajo de él gimiendo sin contenerse, rogando por más, sabiendo cómo seducirlo y cómo ambos llegaron a sus límites del placer, ambos estaban tan ebrios, y aún así, Ionel no pudo contenerse a la forma seductora que Elian tuvo de atraparlo en sus labios.

BRYANT ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora