El Pecado del Alquimista 9 [+18] (Genshin Impact)

Capítulo 85

Aoi

9 de Febrero – 9:13 AM

Inazuma – Sangonomiya – Sanatorio Aki

Entre paciente y paciente, veía a Nathaniel colocarse la mano en la parte baja de la cintura. En ese instante, realizaba un gesto de dolor, así que mi vocación como sanadora se activó.

-Aoi: con dolores de cadera, ¿eh? –expresé, en cuanto lo "cacé" en medio de uno de los pasillos, donde nadie más podía vernos. Ni siquiera su chico, a quien vislumbré con la pulsera que había comprado Nath ayer.

Juntando aquel hecho con su dolor, podía atar fácilmente los hilos.

-Nathaniel: oh... -se avergonzó ligeramente-. No es nada, se pasará rápido.

-Aoi: si sigues así, no voy a ser la única que se entere de dónde te duele y por qué –alcé las cejas.

Abrió sus ojos verdes como platos.

-Nathaniel: ... -sus mejillas se enrojecieron súbitamente.

Por primera vez, no sabía qué responder.

-Aoi: déjame aplicarte un ungüento, tontín –reí, y le di unos codazos cómplices.

Suspiró.

-Nathaniel: es-está bien –no le quedó otra opción.

***

Aoi

9 de Febrero – 9:24 AM

Inazuma – Sangonomiya – Sanatorio Aki

Xiao, ahora que estaba casi recuperado, no hacía más que vagar por el Sanatorio. No había forma de dejarlo quieto en su habitación para que reposara, mientras Nathaniel hacía su trabajo. De rincón a rincón, se quedaba de pie con los brazos cruzados, casualmente siempre a unos metros de distancia de su chico.

Él decía que estaba meditando, pero yo sabía que le maravillaba verlo trabajar. Y no podía reprochárselo, el joven sanador era una proeza.

Por tanto, aprovechando que aquella habitación estaba ahora vacía, nos encerramos los dos ahí para poder aplicarle la crema que aliviaría su dolor.

-Aoi: no voy a negar que me hace ilusión tratarte, Nathaniel –reía, feliz, mientras le retiraba la bata blanca.

-Nathaniel: espero que tengas piedad –bromeó, en un ambiente divertido-. He visto cómo amasas el pan alguna vez.

No pude evitar reír.

-Aoi: túmbate y prometo que no te dolerá mucho –también bromeé y llevé mi mano a la bandeja de cremas.

Se metió a la camilla, donde se quitó la parte de arriba. Tuve que hacer un gran esfuerzo profesional para apenas babear.

Y se tumbó bocabajo.

"Qué buenas vistas suele tener ese adeptus...", pensé de forma inevitable, mientras mantenía el bote de crema en mi mano a medio abrir.