El Cuento Del Chico Nuevo.

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El vehículo parecía mucho más pequeño y sucio de lo que realmente estaba, el ambiente tenía un ligero sabor agrio... como un agrio sabor a claustrofobia, y la tristeza se deslizaba por los asientos hasta el piso del automóvil en el que iba un chico serio que tenia la cabeza plantada en la ventana, la cual era golpeada constantemente por pequeñas gotas de lluvia.

Hunter Hope se encontraba sentado en un automóvil, sentado contra su voluntad en un auto en el que no quería entrar mientras una mujer y un hombre lo miraban de reojo por el retrovisor. Él aún no entendía todo lo que estaba pasando y dudaba si algún día lo entendería, su cabeza aún daba vueltas en el suceso de la antigua casa en la que vivía. Habían pasado más de tres meses y aún recordaba aquella horrorosa escena cuando cerraba los ojos.

— Estoy segura de que te gustara el nuevo lugar — sonrió levemente la mujer que conducía el vehículo.

Hunter solo la miró por el retrovisor y volvió a mirar hacia afuera.

La Lluvia era realmente fuerte cuando él bajo del auto, las gotas de lluvia le golpeaban la cabeza mientras caminaba junto a las personas que lo habían llevado a ese lugar. Los sonidos de las pisadas en aquel fangoso camino eran extrañamente armoniosos, combinaba con los golpeteos de las gotas de lluvia alrededor de ellos. A Hunter le parecía atractivo y atrapante aquel ritmo desafinado.

Miró el camino por el que habían venido, un lodoso camino que era arruinado por las marcas de unas llantas frescas. ¿sería capaz de huir si se lo proponía?

El hombre que lo acompañaba toco un comunicador pegado en la pared de piedras antes de retroceder y esperar. El chico solo miró el artefacto en la pared con atención.

— ¿sí? ¿buenos días? — habló una voz levemente distorsionada, una voz que parecía pertenecer a una mujer mayor.

— Buenos días, señora Jacobsen — saludó el hombre — soy Henry Harlow en compañía de Jennifer Miller, venimos del hospital general de Lugner, por la conversación que tuvimos hace una semana.

— Oh... sí. Pasen, por favor.

Un sonido estridente sobresaltó a Hunter, la puerta metálica se abrió y esto le recordó a aquella película carcelera que vio cuando su padre llegó sobrio a la casa en una ocasión. Él sonrió levemente ante el recuerdo, pero aquello se borró rápidamente al mirar a los adultos que lo acompañaban.

El interior le parecía realmente curioso a medida que avanzaba. Una recepción con cerámicas que asemejaban al tablero de un ajedrez, paredes de ladrillos rojos y bancas de madera barnizada y perfectamente localizadas. Hunter se sintió mucho más pequeño.

— Hola, buenos días — dijo una voz que salió de la derecha.

Hunter giró la cabeza y vio a una mujer levemente envejecida, él asumió que ella era la mujer del intercomunicador. La piel de aquella mujer era morena y levemente arrugada, su cabello canoso no combinaba con aquella juventud que se mostraba en sus brillantes ojos. Ella comenzó a caminar hacia el chico con calma, mientras su sonrisa brillaba más y más cada vez.

— Tu eres Hunter Hope, ¿verdad? — sonrió la señora — estoy encantada de conocerte.

Él no quería ser descortés e intentó darle una pequeña sonrisa, pero falló y miró al piso rápidamente.

— Tenemos que hacerles unas preguntas antes de irnos — dijo la tal Jennifer Miller.

— Claro — respondió la señora envejecida — por cierto, mi nombre es Mary Jacobsen — dijo, esta vez dirigiéndose al chico frente a ella — puedes llamarme como tu quieras, siempre y cuando no sea una grosería — bromeó la mujer riendo, logrando hacer que Hunter sonriera levemente.

Los adultos entraron a la oficina de la señora Jacobsen y Hunter se quedó de pie en medio de la recepción, miraba a todas partes mientras suspiraba levemente. No sentía frio alguno, a pesar de que estaba con una camiseta y una sudadera delgada, la lluvia y el tacto de esta siempre le había parecido de calidez y familiaridad.

De un momento a otro, unos pasos comenzaron a escucharse mientras una voz femenina tarareaba una canción que él no conocía, Hunter se paralizó en su lugar mientras pensaba que hacer o en donde esconderse para evitar aquella interacción que él no quería.

Aunque aquella preocupación se hizo realidad en cuestión de segundos, pues la chica que tarareaba se hizo presente casi de inmediato.

Era hermosa y de cabello rubio. Estaba igual de empapada que él, con el cabello goteando rápidamente y con el maquillaje del rostro escurrido por sus mejillas. Sus pies descalzos se deslizaban por el piso de cerámica, patinando distraídamente, sin notar al chico parado ahí en medio de la recepción.

La mirada de la chica se elevó y aquellos ojos azules hicieron contacto con los ojos castaños de Hunter Hope, quien había comenzado a temblar levemente para luego bajar la mirada con rapidez, retrocediendo instintivamente.

— Uhm, hola — saludó la chica un poco confundida.

— ¿comenzaste a hablar con los muebles, lunática? — preguntó una profunda y grave voz con un tono burlesco detrás de ella.

Hunter desvió la mirada de ella a un cuerpo más grande que aparecía por el mismo camino por donde entró la chica. Un chico, vestido solo con un pantalón negro e igual de empapado que la chica, su cabello negro goteaba rápidamente por su rostro y sus músculos. Pero el azul de sus ojos miraba penetrantemente a Hunter, quien se sentía más en peligro después de ver a aquellas personas.

La puerta por donde sus cuidadores y la señora Jacobsen habían entrado se abrió repentinamente para dejar ver a aquella simpática mujer asomándose con una sonrisa encantadora. Pero esa mueca pasó a ser sorpresa cuando notó a aquellas dos personas nuevas.

— Chicos — sonrió la mujer cariñosamente — espero que esta vez no contraigan un resfriado — regañó ella.

— Por supuesto que no — sonrió la chica rubia.

— Bueno — asintió ella — Liam — se dirigió al chico — ¿podrías llevar a Hunter Hope a tu habitación? Acabas de obtener a un compañero de cuarto.

Los ojos del castaño se abrieron de par en par mientras su corazón comenzaba a latir mas y mas rápido, dejando que el miedo lo consumiera rápidamente.

Eso significaba que no podría irse.

Tendría que quedarse aquí para siempre.

— Si, claro — gruñó el chico llamado Liam de mala gana.

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