Los Cuentos De Jacobsen

El Cuento De La Ira.

Todos estaban callados mientras miraban al vacío, sin expresión mientras la mujer los miraba esperando alguna respuesta. Liam había pensado que solo era Hunter y una mano herida, pero la historia era mucho peor de lo que él pensaba.

Casandra se encontraba sentada en una silla apartada mientras sus lagrimas se deslizaban por sus mejillas en silencio y Freddy detrás de ella mientras su mirada estaba pegada al piso y sus ojos cerrados acompañaban a la plegaria que salía de sus labios suavemente.

Fido miraba a la ventana con ira mientras mantenía la boca cerrada y sus brazos cruzados.

Hunter aun estaba sentado y mirando al vacío como la noche anterior.

Pero Liam...

Liam lloraba abiertamente, arrodillado en el piso mientras negaba con la cabeza y se tiraba del cabello con fuerza.

— Les debo pedir que vuelvan a clases — dijo la señora Jacobsen con voz débil.

— No — gruñó Liam iracundo.

— ¿Quién hizo esto? — preguntó Fido después de un rato.

— No podemos decirles eso — respondió la señora.

— ¿Por qué los guardias no estaban haciendo su trabajo? — preguntó Liam.

— Yo-

— ¿Por qué Hunter tuvo que rescatarla de algo en lo que no debería de estar aquí adentro? — gritó Liam, levantándose del piso.

Él miró atentamente a la mujer, retándola a no decir nada. Él quería respuestas, él quería que su hermana estuviera junto a él y sana, sin estar quebrada en un hospital...

Sola...

Liam notó que la mujer no hablaría y pateó un basurero con fuerza antes de tomar el brazo de Fido y sacarlo de la oficina para poder irse.

Casandra miró eso atentamente antes de quebrarse y comenzar a llorar abiertamente, haciendo que Freddy interrumpiera su plegaria y la abrazara con fuerza, dejando que ella cayera sobre él.

— Vamos — susurró el moreno, levantando a Casandra entre sus brazos — necesitamos comer algo.

— No — sollozó ella.

Él sacó a Casandra, quien seguía llorando y se dejaba cargar por el chico, saliendo de la habitación y dejando a solas a Hunter y la directora.

Ella suspiro y se sentó frente a su escritorio para masajearse la cabeza.

— ¿Usted conoce mi historia? — murmuró Hunter, aun mirando al vacío — ¿Sabía que ayer fue la primera vez que quise asesinar a alguien?

— Tuve que estar aquí — sollozó la mujer.

— ¿Por qué hay hombres capaces de eso, Señora Jacobsen? ¿Por qué se sienten con el derecho de hacer eso?

— No lo sé, Hunter. Hay gente mala en el mundo — susurró ella — yo los amo a todos ustedes — sonrió — ustedes seis son mis favoritos... son tan cercanos y... son un grupo fantástico — murmuró ella, divagando en sus pensamientos.

— Directora...

— Ella había venido aquí a contarme sus secretos muchas veces...

— Directora...

— Y te prometo que haré que esos malditos paguen por lo que le hicieron a Sabrina.

Hunter sintió un escalofrío en la espalda cuando escuchó eso, nunca había pensado que un adulto pudiera sentir ese tipo de deseo...