El Cuento Del Perro.

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Los ojos de aquel chico siempre habían sido atrayentes, dado que nadie en el internado tenía aquella condición médica. La Heterocromía era rara, pero aquel chico que caminaba por los pasillos con una lata de soda, la tenía.

Sus pasos eran relajados y flojos, estaba aburrido y tenia una hora de sobra para entrar a clases. Se había levantado a las cinco de la mañana y había terminado su rutina de ejercicio antes de la siete de la mañana. Había desayunado y se había puesto el uniforme para poder entrar a clases apenas diera la hora.

Estaba avanzando por los edificios donde se impartían las clases y vio a una chica rubia con el uniforme y bototos manchados de barro, estaba sentada en una de las banquetas, con audífonos puestos y un libro entre las manos. Su cabello estaba atado en una coleta alta y descuidada y sus ojos eran decorados por unas ojeras marcadas.

— Y pensar que pensaba que era el único despierto a esta hora — sonrió el chico acercándose a ella — Hola, Sabrina.

Ella no lo miró, estaba concentrada en el libro y no miraba otra cosa que no fuera eso. El chico, curioso, intentó mirar que leía, pero solo era un cuaderno con la tapa pintada de negro.

— Hola — saludó él tocándole el hombro levemente.

Sabrina se sobresaltó levemente y miró al chico con el ceño fruncido.

— ¿Por qué me molestas? — suspiró la chica — es demasiado temprano como para actuar que no me molesta tu constante buen humor.

— Solo quería saludar.

— Hola — respondió ella un poco enojada.

— Y quería hacerte compañía hasta que las clases comenzaran.

Sabrina sonrió falsamente antes de levantarse de donde estaba sentada.

— ­Que lindo, pero no me gusta la compañía — gruñó ella mientras tomaba su bolso, su cuaderno pintado y su MP3.

Fido no pudo decir palabra alguna antes de que ella se fuera casi corriendo hacia el patio central, en donde estaba el comedor del internado.

El chico suspiró y comenzó a caminar en dirección a los edificios de los dormitorios, el aroma a tierra mojada le llenaba la nariz y la tranquilidad se estaba transformado en aburrimiento.

Fido siempre era agradable, o eso intentaba, y eso lo hacía sentir extremadamente solo.

En ese lugar solo había idiotas y perras con suerte si te devolvían los "buenos días".

Llegó a su cuarto en el tercer edificio, habitación quince. Se metió y vio a su compañero de cuarto en ropa interior y distraído con sus apuntes repartidos por toda su cama.

— Hola, Freddy — murmuró Fido.

— ¿Qué hay, Sarnoso? — murmuró de vuelta el chico mirando los apuntes.

Fido solo rodó los ojos y se sentó en su cama, Freddy estaba repasando los apuntes de historia. Había algunos estudiantes que no pudieron hacer el examen porque se cortó la luz y el examen online terminó siendo cancelado, Fido fue uno de los que se eximió del examen recuperatorio al lograr dar la primera ronda de exámenes. Freddy estaba en el último grupo y no logró darlo.

— Viejo, en serio. Este examen me está obligando a dame un tiro en la cabeza — gruñó Freddy sujetándose la cabeza.

— Es sencillo, solo relaciona una fecha con un nombre gracioso y tendrás la respuesta.

— Eso sirve para los payasos — gruño Freddy levantándose.

— Fred, no me has dejado dormir en meses porque siempre estudias hasta tarde. Sé que te irá bien.

Freddy solo gruñó en respuesta y se puso el uniforme con rapidez.

— Si repruebo esto, promete que me asesinaras mientras duermo.

— Por supuesto, Freddy. Lo haré mientras invoco al demonio con mis poderes mágicos.

El moreno tomó su mochila y salió de la habitación, dejando a Fido completamente solo.

El cansancio ya lo tenía harto. Sabrina le había arruinado la mañana y Freddy no le preguntó que era lo que tenía... solo quería un amigo para hablar y había terminado en su cuarto con molestia y aburrimiento-

Él se enojó y terminó quitándose el uniforme y poniéndose ropa normal. A la mierda la clase, total, él ya se había eximido y la asistencia no era obligatoria ese día.

Salió desu habitación dando un portazo.

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