La puerta de madera fue golpeada levemente antes de que una voz diera permiso de entrar, una mujer anciana y de cabello blanco entró a la oficina con una sonrisa. Su vestido floreado bailaba mientras daba pasos y su blusa blanca de mangas cortas brillaba bajo la luz del sol que entraba por las ventanas de la oficina. La señora Jacobsen la miraba atentamente mientras ella tomaba asiento frente a su escritorio y dejaba un morral de cuero sobre este.
— Buenos días — sonrió la señora Washington.
— Buenos días — respondió la directora mirándola con un poco de confusión.
— Lamento haber venido así sin avisar, pero temía que no me dejaran ver a mi nieta.
— Señora Washington — sonrió la directora — no creo que Sabrina quiera visitas en este momento.
— Por favor, quiero verla.
— ¿Usted fue la mujer que entró a su habitación en el hospital? — preguntó la directora con una media sonrisa — me habían llamado esa misma noche, informándome que una mujer había dicho que su abuela había entrado a visitarla.
— Soy una anciana muy astuta — rio la mujer.
— Esta bien — rio la directora también — supongo que puedo llamarla para que venga.
— Eso me alegraría mucho.
Hunter estaba acompañando a Sabrina por el instituto mientras divagaba sobre cómo el profesor de historia le había dicho que tendría un futuro como profesor de historias y como podría meterse a estudiar eso después de salir del internado, la chica, sin embargo, estaba callada y caminaba mirando al piso. Le había dado mucha vergüenza esperar a que Hunter llegara después de clases a su habitación para preguntarle si podía acompañarla al baño, pero no podía salir de su habitación a solas cuando aun la herida era fresca.
— ¿Qué crees tu? — preguntó Hunter cuando llegaron al baño — ¿crees que seré un buen profesor o que seré del tipo que se enoja y los castiga a todos porque sí?
— ¿Cómo? — preguntó Sabrina perdida.
— Nada — se rio su amigo antes de mirar al baño — ¿Vas a entrar?
Sabrina miró al baño, se veía vacío, pero no quería entrar ahí sola. Sus manos se sujetaban entre sí mientras se retorcían con nerviosismo, su ceño se fruncía y sus labios se apretaban. Ella estaba sintiendo temor.
— Si quieres entro contigo — ofreció Hunter.
— No puedes, es el baño de chicas.
— ¿Y? Está vacío por lo que veo, y es un baño, ya he entrado a uno antes.
La chica asintió levemente antes de que Hunter le sonriera y se quitara la corbata del uniforme para usarla como venda en los ojos. Sabrina sonrió levemente antes de tomar el brazo de Hunter y caminar con él hasta los cubículos.
Pero en cuanto llegaron, Sabrina se quedo parada ahí, sujetando el brazo del chico sin saber que hacer.
— Entra, yo me quedaré aquí afuera, sujetando la puerta — sonrió el chico — lo prometo.
Ella asintió y se sentó en el excusado mientras miraba la mano vendada de su amigo sobre la puerta del cubículo. Él tarareo una canción tonta mientras ella podía relajarse un poco y terminar sus cosas.
Cuando ella salió del cubículo, guio a su amigo hasta los lavabos para que al fin se pudiera sacar la corbata de los ojos.
Ellos planeaban volver a la habitación de la chica, pero alguien los detuvo. Casandra Line corría hacia ellos con su mochila en la espalda, su blusa desfajada de su falda y la chaqueta escolar abierta. Parecía agitada y feliz mientras gritaba que la esperaran.
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Los Cuentos De Jacobsen
Non-Fiction¿Cuántas veces nos hemos sentido perdidos? ¿Cuántas veces nos hemos sentido solos? Quizás la respuesta a estas preguntas las podamos evadir con una simple respuesta... La Familia, los amigos o tus personas de apoyo. Los Cuentos De Jacobsen es para...