El Cuento De La Perra.

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La chica aún no se sentía preparada para entrar, había visto a su mejor amigo y su novio entrar y su mejor amiga acababa de salir con una mirada triunfal.

Sabrina suspiró y comenzó a caminar lentamente hacia la mesa en la que aquella señora estaba sentada, fumando y bebiendo algo que parecía café, vistiendo un vestido Chanel de color gris y maquillaje tan marcado que la chica se sorprendió que el cigarrillo no se manchara con este.

Ella se acercó con las manos en la espalda mientras se ponía derecha y suspiraba para sentirse mucho más confiada, no estaba funcionando realmente.

— Jones — saludó la señora con aire de suficiencia — llegas tarde.

— Lo lamento.

— Siéntate — ordenó la mujer.

La chica obedeció.

— Negras — gruñó la mujer mirando las uñas de Sabrina, quien las escondió bajo la mesa rápidamente.

— ¿Cómo es que-

— Enderézate — reprendió la mujer con el ceño fruncido — ¿Cómo han estado los estudios?

— Bien, me graduaré con honores en matemáticas.

— ¿Y las otras materias?

— No soy tan buena en el resto, pero-

— Típico — interrumpió la señora.

Sabrina no sabia que decir realmente y solo miraba la mesa con atención, sintiéndose perdida y completamente inútil.

— ¿No pudiste venir con pantalones? Tu falda es demasiado corta.

— No es corta — respondió la chica a la defensiva.

— Bueno, no me sorprendería si la cortaras para hacerla mas corta — gruñó la mujer — con como trataste a tu pobre primo, me espero cualquier cosa de ti.

— ¿Qué?

— Le dije a la dueña de este basurero que te prohibiera usar tu ropa de puta y aun así te permitió cortar tu falda.

— Yo no la corté — volvió a gruñir la joven.

— En fin, supongo que cuando te gradúes ya no tendrás dinero para vestirte como una zorra.

— Deja de decir eso.

— Lo bueno es que después de que te gradúes ya no serás mi problema y no tendré que pagar nada, no habrá caprichos ni-

— ¿Caprichos? ¿Qué caprichos? — preguntó Sabrina sin creerlo.

— ¿Esto no es un capricho para ti? No te gustó mi casa, ni las cosas que conseguí para ti por tus berrinches de no querer salir de tu cuarto, luego terminaste culpando a mi hijo de algo que no hizo, solo para sentirte mejor.

La chica apretó la mandíbula y miró a la mesa con enojo, apretando sus manos y sintiendo como sus palmas se lastimaban a causa de sus uñas. Ella se levantó de la mesa y la empujó levemente, golpeando a su tía en el estómago con el borde de esta.

— ¿Qué demo-

La chica le lanzó una bofetada realmente fuerte en la mejilla, rompiéndole el labio y dejándola estupefacta mientras por sus venas corría adrenalina pura.

— ¿Sabes qué? Si, no tendrás que pagar nada por mi y te librarás de esta zorra, pero escucha bien, puede que yo me vista como una ramera, pero no lo soy, mientras que tu maldito hijo se viste de santo cuando todos sabemos que el maldito intento violar a una niña de trece años.

— ¡¿CÓMO TE ATREVES?! — gritó la mujer levantándose, pero recibiendo otra bofetada de parte de su sobrina.

— Hace mucho que te faltaba un golpe de realidad.

Sabrina se volteó para irse, su cuerpo temblaba mientras caminaba hacia la salida con rapidez.

Nunca había sentido eso en su vida entera, nunca había enfrentado aquella pesadilla de frente.

Ahora lo había logrado.

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