El Cuento De La Tristeza.

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Ella había llegado hace unas dos semanas, pero no se sentía realmente a gusto en esa habitación vacía. El ambiente estaba deprimido y el clima lloroso mientras que todo el mundo estaba en silencio y todos estudiaban en los salones de clases. Ella solo podía estudiar las cosas que solo personas especificas podían llevarle.

Ella suspiró y se apretó aun mas en la cama mientras cerraba los ojos con fuerza y perdía con desesperación que el día pasara rápidamente. Quería solo un poco de tranquilidad después de todo lo que había pasado, pero no podía conseguirla, su mente seguía dirigiéndose a aquella noche, recordaba a Hunter lastimado, a Liam y a Fido en la cárcel...

Sus sueños la dirigían a esa noche con facilidad y el espejo le diría los recuerdos que conllevaban sus moretones, sus cicatrices...

Su cabello...

Ella cortó su cabello a la semana de estar ahí, en un pequeño ataque de pánico en el que tomo unas tijeras y comenzó a cortarlo con rapidez. Fue Casandra la que la encontró y le arregló el cabello para poder dejarlo parejo hasta los hombros.

Su corazón se aceleró y se levantó de la cama con rapidez mientras que un dolor punzante en su costado la hizo doblegarse.

La puerta se había abierto y un chico moreno entró a la habitación con una bandeja de desayuno en las manos, causando que la chica se pusiera en una posición defensiva y un sentimiento de estupidez le llenaba la cabeza.

— Lo lamento — dijo Freddy para voltearse y cerrar la puerta con seguro.

— No importa — susurró Sabrina moviéndose de vuelta a la cama, pero con una clara mueca de dolor.

— ¿Cómo te sientes?

— No sé.

— Esta bien — susurró Freddy para llevarle la bandeja de desayuno a la cama a la chica — Cassie y Hunt están en clases así que decidí que te traería un nutritivo desayuno.

— No era necesario.

— No me molesta, además, me gusta estar contigo.

Sabrina Jones asintió levemente y observó el desayuno. Un café cargado, unos mini pastelillos y un sándwich de huevo y queso. Sus cosas favoritas en el mundo, pero ninguna de ellas se le antojaba en ese momento.

— ¿Cómo están? — preguntó ella.

— Hemos vuelto a hablar de a poco — murmuró el chico — teníamos que encontrar el camino de vuelta.

— ¿Y los chicos?

— No.

— Oh...

El chico miraba atentamente a Sabrina, sabía que ella se sentía mal porque ellos se encerraron en sus mundos después de lo que pasó, el arresto de Liam y Fido. Hunter se había vuelto tosco y reservado, Casandra se volvió cerrada y Freddy había perdido el control algunos días. Sabrina había cortado su largo cabello y se encontraba encerrada todos los días.

— Necesitas comer.

— No tengo hambre.

— Lo mismo dijiste anoche, Brina — dijo Freddy, sonriéndole un poco — debe comer para no enfermarte.

— Freddy-

— Aunque sea una mordida al sándwich — interrumpió el chico — no cenaste y me da miedo que te pase algo, Brina.

— Freddy — sollozó Sabrina.

— Tranquila, come lento si quieres, pero come solo un poco — pidió el chico con voz amable — ¿Por mí?

Sabrina lloró y rio al mismo tiempo antes de sorberse los mocos y estirar el brazo, sintiendo el dolor en sus moretones cuando alcanzo el papel higiénico para limpiarse la nariz.

— Debo verme tan estúpida llorando.

— No te vez estúpida — sonrió Freddy estirando la mano para secarle las lágrimas de las mejillas — eres hermosa.

— Todo fue mi culpa — se lamentó ella — fui tan estúpida.

— No, Sabrina. Nada de eso fue tu culpa.

— Hunter debe odiarme por haberse lastimado y enviar a su novio a la cárcel — lloró ella — tu debes odiarme por mandar a Fido a la cárcel, ¿verdad?

Freddy rio levemente antes de tomar la cara de Sabrina entre sus manos.

— Nada de esto es tu culpa, Sabrina.

— Pero-

— Shh, no hables. Estoy hablando yo — dijo él, haciendo reír a la chica — es en serio, Brina. No te culpes por nada de esto porque nada de esto es tu culpa.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque no es tu culpa que haya personas enfermas que crean que pueden hacer lo que quieren.

— Pero los chicos.

— Asumieron las consecuencias de lo que hicieron por su propio pie.

— Quizás ellos me odian.

— No seas tonta — sonrió Freddy — Liam y Fido lo hicieron porque te hicieron daño, estoy seguro de que lo volverían a hacer por cualquiera de nosotros. Si algo me pasara a mí, Fido también perdería la cabeza.

— ¿me podrías prometer que no estarán enojados?

— Si los conozco, te lo juro.

Sabrina sonrió levemente y suspiró antes de mirar la comida y tomar la mitad del sándwich.

— ¿Quieres? — ofreció la chica.

— No, ya desayuné.

El estomago de Freddy gruñó ruidosamente, causando que el chico se sonrojara notoriamente.

— Desayuna conmigo — rio la chica.

Él tomó el sándwich y ambos comenzaron a comer con tranquilidad.

Sabrina lo miraba con atención mientras comía su comida, a ella le gustaba la actitud actual de Freddy, que haya pasado del chico tímido que no quería verse involucrado con nadie al chico que tenía un grupo de amigos que lo apoyarían si algo malo pasaba.

— Me alegra que podamos ser amigos — sonrió Sabrina.

— A mí también.

— A pesar de que al principio yo te daba miedo.

— No me dabas miedo — rio Freddy.

— ¿Entonces porque huiste de mí?

— Me sentía incomodo — admitió el chico un poco sonrojado — tu eres muy amable y te preocupaste por mi sin siquiera conocerme y no sabía que decirte.

— Gracias — sonrió Sabrina.

— Yo debería de agradecerte por ser mi amiga, creo que-

— No — interrumpió Sabrina — gracias por estar conmigo aquí.

Freddy la miró confundido antes de sonreír ampliamente.

— Eres mi amiga, Brina. Estaré donde sea que me necesites, estaré aquí a tu lado o estaré cuidándote desde la lejanía si así lo quieres, pero estaré apoyándote como sea.

— Gracias.

— Deja de agradecerme, tonta — rio Freddy — te quiero.

— Yo también te quiero.

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