El Cuento Del Protector.

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Tenia algo de frío y su espalda dolía realmente, al menos le habían vendado sus heridas y dado analgésicos para calmar el dolor de su cuerpo. No había visto a su amigo desde que los habían puesto ahí y se estaba preocupando mucho, tampoco le habían hablado en un largo tiempo, cuando le llevaban comida e intentaba preguntar por su amigo solo lo ignoraban.

Escuchó unos ruidos en el lado derecho de su celda y se levantó de aquella tabla con una colchoneta delgada, corrió hacia las barras e intentó mirar quien era. Sus ojos se abrieron con sorpresa antes de sentir como lágrimas caían por sus mejillas, aquella anciana pequeña y de apariencia amorosa se acercaba a la celda acompañada de un oficial.

Ella tenia los ojos llorosos mientras caminaba hacia él, su corazón latía rápidamente mientras miraba todas las heridas de la cara del adolescente.

— Abue — susurró él.

El oficial abrió la celda y dejó entrar a la anciana, pero quedándose en la entrada de la puerta una postura firme. La mujer mayor entró y abrazó a su nieto con todas sus fuerzas mientras este comenzaba a llorar.

— ¿Quién le dijo que estaba aquí? — sollozó el chico.

— Sabrina dio mi numero celular en el hospital cuando le preguntaron si quería llamar a alguien.

— ¿vio a Sabrina? ¿Cómo está? ¿Está bien?

— Esta bien, Cariño. Ella me contó todo lo que pasó antes de venir aquí.

— ¿Sabe si Fido está bien? No me han dado noticias de él desde que llegamos.

— Finnian está bien, pero no pueden tener contacto entre ustedes hasta el día del juicio.

— Entiendo — susurró el chico.

Su abuela caminó hasta la cama con el colchón delgado y Liam se quitó la sudadera para poder doblarla y darle una especie de cojín a su abuela para que estuviera más a gusto.

Se sentía mal, se sentía realmente una mala persona ahora que tenía a la mujer que lo crio frente a él.

Él no era alguien agresivo, pero...

— ¿Sabe lo que hice? — preguntó el chico mirando al piso.

— Me dieron la información — dijo ella — casi asesinas a ese chico.

— Lo sé — susurró Liam — quiero justificarme, pero ahora no estoy tan seguro si aquel sentimiento de venganza justifica lo que hicimos con Fido.

— Estabas enojado... lastimaron a alguien que amas mucho.

Liam se acercó y se sentó junto a la mujer, ella tomó las manos magulladas del chico, llena de callos y heridas en los nudillos.

— ¿Por qué hicieron eso? — susurró Liam — ¿Cuál habrá sido el motivo de querer hacer eso?

— Los humanos son animales — respondió ella — tú hiciste lo mismo que ellos, actuaste por un impulso. Solo que ellos actuaron por un impulso egoísta y tu por uno de justicia.

— Esa mañana perdí la cabeza — sollozó el pelinegro — me habían llamado a la oficina y cuando vi a Hunter, solo pensé que se había lastimado la mano y ya, pero cuando me dijeron que lastimaron a mi hermana, perdí la cabeza.

— Esta bien — sonrió la mujer acariciando la mejilla de su nieto — querías justicia por una mujer que sufrió una injusticia.

— No debería de pasar esto... las mujeres no deberían de tener miedo de vestirse como quieran o de caminar solar, yo no paso por eso y me siento tranquilo por las noches... ¿Por qué ellas no pueden?

— Porque todos somos animales, actuamos por instinto. Algunos hombres solo tienen una mente que hace que sus impulsos sean malos, muy malos y eso nos afecta a nosotras — dijo ella — en mis tiempos era mucho peor, hijo. No nos creían tan fácilmente y era doloroso guardarse todo eso. Yo no tuve un amigo o un hermano como tú, que me creyera sin mas y se uniera a mi contra una injusticia.

— ¿acaso a ti...

— No, pero me levantaban el vestido o me gritaban cosas en las calles.

— Idiota — gruñó Liam mirando hacia otro lado.

La mujer acarició el cabello del pelinegro por un momento antes de suspirar, él aun estaba dolido y enojado. Lo entendía, desde que Liam entró al internado por culpa de su padre se sentía enojado. Liam había liberado una gran cantidad de enojo defendiendo a su mejor amiga y ahora se sentía confundido y perdido.

— ¿Quién es Hunter? — preguntó la anciana, intentando cambiar de tema — Sabrina lo mencionó, pero me dijo que tú me dirías quien era.

Liam abrió los ojos y se sonrojó casi de inmediato, olvidando momentáneamente aquel enojo tan grande que tenía.

— Yo, uhm, él...

— Sé que es él para ti — sonrió la mujer.

— Yo...

— Tu padre no esta aquí, Cariño, puedes decirme.

— Él es bueno, tiene un corazón enorme. ¿Te conté que él fue quien salvó a Sabrina?

— Ella me lo dijo, se lastimó hasta lograr entrar en donde la tenían.

— Si..., él es bueno.

— ¿Qué es el para ti, Liam?

— Uhm... él me gusta — murmuró el chico mirando al piso — supongo que es mi novio.

— ¿supones?

— No lo hemos dicho oficialmente, aunque actuamos como pareja desde hace tiempo. Al menos eso dicen nuestros amigos.

— Me alegro de que al fin puedas ser tú mismo, Liam.

— Pero mi papá-

— No importa — interrumpió ella — si puedes ser tu mismo con este chico, es lo que más importa.

— Gracias — sollozó Liam sonriendo.

Él nunca había dicho que le gustaba un chico en voz alta, en frente de alguien de su familia sanguínea.

Los brazos de la mujer lo rodearon en un abrazo fuerte, sonriéndole. Él se sonrojo notoriamente, pero se sentía cómodo y querido... él se sentía tranquilo.

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