El Cuento De Los Fenómenos.

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Las luces neón eran brillantes y los ojos de la pareja viajaban de aquí para allá mientras que el sonido de la maquinilla de tatuar sonaba constantemente. Sabrina ojeaba un libro con diseños mientras Fido se encontraba sentado en un solitario sofá cerca de la entrada.

— ¿Ya pensaste en que te tatuarás?

— Aun no — murmuró la chica.

— ¿Por qué tardas tanto, linda? — preguntó Fido en un tono burlesco.

— Porque es una pintura permanente en mi cuerpo, lindo — respondió ella, imitando el tono que uso el chico.

— Tengo una idea, ven.

Sabrina bufó y tomó el libro para ir donde el chico antes de detenerse en seco cuando notó que no había un segundo asiento para ella.

— ¿Quieres que me siente en el piso? — preguntó la chica con una ceja alzada.

— En mi regazo.

— ¿Crees que una chica como yo se rebajará a sentarse en las piernas de un perro pulgoso?

— Este perro pulgoso es tu novio — dijo Fido fingiendo estar ofendido.

— No recuerdo haberte dicho que somos novios.

— Vamos de la mano y nos besamos — dijo el chico con un mohín en los labios.

Sabrina se rio levemente y volvió al mesón para para ojear el libro de diseños, él se levantó del sillón y caminó hasta el mesón para pararse detrás de la chica, abrazándola con cariño por la espalda.

— ¿Por qué no te tatúas una patita de perro? — preguntó Fido con curiosidad.

— ¿Por qué querría tener una patita de perro?

— Porque mi apodo es de un perro y yo te quiero mucho.

— Yo me quiero mucho a mi misma y no me vez tatuándome una "S".

— Yo me tatuaría un "S".

— Y yo no me tatuaría una patita de perro.

— Entonces yo me tatuaré una patita de perro.

— Bien — sonrió Sabrina.

Ella se volteó levemente para ver como Fido fruncía el ceño.

— Sabrina Jones — llamó alguien saliendo del pasillo de las salas de tatuar.

Ella levantó la mano y saludó al chico que tenia una apariencia aburrida y cansada, él se acercó hasta el mesón y sonrió cansado.

— Yo soy Sabrina — sonrió la chica.

— Obvio — se burló Fido — eres la única chica aquí.

El tatuador los miró por un momento antes de tomar el libro de contabilidad de debajo del mesón.

— ¿Eres mayor de edad? — preguntó el tatuador.

— Pues... sí.

— Señorita, debe decirme la verdad.

— Bueno, cumplo dieciocho en un mes, pero técnicamente tengo dieciocho.

— No hay dieciocho, no hay tatuaje.

— Pero-

— No — interrumpió el tatuador.

— Amigo — suspiró Fido — mi novia no te meterá en problemas, te lo prometo.

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