.Capitulo 19: Demasiado salado.

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Bajo el brillo solar mañanero que iluminaba el camino a la aldea de la sal, yacían nuestros protagonistas en rumbo. El joven Mike caminaba, pero con los ojos mirando hacia abajo con mucha angustia solo por lo que paso ayer ante su nuevo poder:

—Mike, ¿te sientes bien? —pregunta Jonathan preocupado.

—Si, me siento genial.

—Pregunto ya que no es común de ti que estes tan callado.

—Solo que estoy un poco pensativo por lo de ayer. Este poder que tengo me preocupa.

—¿En qué sentido te preocupa?

—Me preocupa debido a que también me hace oír a los muertos, y eso es algo que me aterra en lo más profundo de mi ser.

—Por favor, tu ni siquiera lo estas usando.

—Ese no es el punto. Anoche cuando estábamos durmiendo casi gritaba.

—¿Fueron pesadillas?

—No, por todas las voces que me hablaban.

—No podemos estar seguros de eso por el simple hecho de que no lo dijera un desconocido —dice Elmer en referencia a Maikel.

—Maikel no es mentiroso —defiende Mike.

—Yo siento que el trama algo. No sé si con nosotros o con qué, pero él es un tipo extraño —insiste Elmer en que no es de fiar.

La conversación termino tomando un jiro inesperado, a tal punto que no se percatan de que alguien en carreta venia detrás para pasar. Ese señor pedía permiso, a lo que lo oyen y se quitan del camino. El carretero, siendo un canino pelaje gris, se detiene para hacerles un favor:

—Disculpen, ¿van a la aldea de la sal? —inquiere el carretero.

—Si, allá nos dirigimos —afirma Mike.

—También voy allá, ¿si quieren los llevo?

Los 3 jóvenes se miran y asienten la cabeza aceptando la buena voluntad del viejo carretero. Ya estando en la carreta, solo predominaba el silencio:

—Hermanito, ¿ustedes están peleando? —habla Rey.

—Claro que no, para nada. Solo que las cosas en estos momentos son confusas —explica Jonathan.

Llegaron a la aldea de la sal y al igual que las otras anteriores solo se trabaja con lo asignado que en ese lugar era solamente la sal. El carretero deja a los chicos en la entrada de la aldea dándole estos mismos las gracias y despidiéndose:

—¿Ahora qué? —dicta Elmer.

—Buscar el hotel donde hospedarnos y disfrutar del lugar —conmociona Mike.

—¿No se supone que debas buscar algo que tenga que ver con tu padre? —habla Elmer ante el verdadero motivo de las cosas.

—Eso puede esperar —dispone Mike.

los chicos comenzaron a caminar como si fuera un paseo y el ruido de los trabajadores hablando sobre la sal en puntos diferentes era muy oíble como "¿cuándo llegara la entrega de sal?, ¿cuántas libras de sal desea?, mañana hay que empacar esta sal y enviarla" era oíble incluso en el mismo camino por el que paseaban los protagonistas:

—Es cierto que cuando un lugar tiene algo asignado es eso mismo de lo que viven —opina Elmer.

—La gente de aquí decidió vivir en esto —comenta Mike.

Mike nota un puesto en donde había objetos de santería. Cosas de ritual y muchas cosas que tienen que ver con lo espiritual, pero una mujer muy vieja con vestido rojo, un pañuelo, del mismo color que su ropa, que reposaba es su cabeza y unas uñas un poco largas. Esa mujer era un buitre. Ella saluda a Mike y se presenta al decir que se llama Besdira. Luego le ofrece ayuda ante su negocio:

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