.Capitulo 41: Noche de la verdad.

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El peligro se había acabado. Los cuatro aún estaban inconscientes seguían bien. Maikel los llevaba en una carreta que la dirigía un señor de raza hiena. Acomodado en un rinconcito de la esperaba a que uno de ellos por lo menos despertara. El nota como Mike empieza a moverse y a abrir los ojos lentamente hasta que al fin se orienta:

—¿Que... paso? —inquiere después de suspirar.

—No te esfuerces tanto, descansa —cita Maikel.

—Eres tú Maikel, ¿qué haces aquí?

—Pasaba por el lugar y vi que se metieron en problemas a lo que tuve que interferir.

—Bruno... la carrera... ¿el gano?

—El gano, la carrera acabo y todos felices.

—¿Qué paso con Hidalgo?

—Me encargue de él y sus secuaces, ya no volverán a causar más estragos.

—Me alegra oír eso, pero, ¿a dónde nos llevas?

—Esta carreta va en dirección a la aldea de ciudad México. Mas bien, la primera aldea de la ciudad. La aldea del agua.

—Agua —da una leve carcajada—. Voy a un lugar que tiene que ver con mi elemento.

—¡Rey, ¿estas bien?! —grita Jonathan.

Se despierta de golpe recordando lo que paso:

—Todo anda bien. Rey esta hay a tu lado —explica Mike

Comprobó lo que dijo volteando su mirada a lo que se tranquiliza al ver que es cierto:

—Menos mal.

—Bruno salió victorioso. Maikel nos salvó en el momento indicado —dice Mike para orientarlo.

—¿Maikel, que haces aquí? —promulga Jonathan.

—Solo pasaba.

—¿A dónde vamos ahora?

—A la aldea del agua.

—La aldea del agua, de ese lugar proviene toda el agua potable que consumimos en el país Unido —interfasa Jonathan.

—Es fascinante, estaré en un lugar que es muy compatible con mi elemento —conmociona Mike.

—Si, pero antes deberían de visitar mi casa arriba de un árbol —agrega Maikel.

—¿Vives en la aldea del agua? —dice Jonathan—. Pensé que habías dicho que te ubicabas en ciudad México.

—¿Y cómo que arriba de un árbol?

—Es que soy un poco introvertido. Ciertamente no me gusta dar mi localidad. Me encuentro en las afueras de la aldea del agua. Mi casa está arriba de tres árboles que soportan el peso.

—Esta... bien -le cree, pero con dudas.

Lo mínimo que podían hacer era creerle lo que dijo hasta que lo comprobaran al llegar. Paso un buen rato en esa carreta que se dirigía a su destino puesto por Maikel. En ese rato se despertaron Elmer y Rey faltando poco para llegar. Finalizando la trayectoria se apean del transporte manejado por el señor que se va de seguido:

—¿Dónde está la casa...? —inquiere Mike.

Mirando hacia arriba se sorprende al ver esa casa de tan anchura en esos tres troncos. La casa era de madera y de un solo nivel:

—Ha eso yo le llamo ocupar espacio —opina Jonathan.

—La entrada es por aquí —guía Maikel.

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