.Capitulo 22: Que rico sabe la naturaleza.

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Ya era de tarde y para reponer fuerzas comían unas cuantas frutas en un puesto de una anciana osa:

—¡Esta manzana roja junto con el plátano sabe sabroso! —dice Mike.

—Ni lo menciones. Esta piña tiene un sabor inolvidable —expresa Jonathan.

—Las uvas siempre han sido mis favoritas —comenta Rey.

—Oye Elmer, come algo dulce y deja esa manzana verde —indica Mike.

—El agrio es mi sabor favorito.

Se queda mirando como los jóvenes disfrutaban del sabor inimaginable de esas frutas que tanto gozaban:

—Esas frutas son la bendición que da la naturaleza —dicta la señora.

—Se nota que estas delicias están muy bien bendecidas —Mike habla con la boca llena.

—Traga y después habla —corrige Jonathan.

—Es gracias a las frutas que esta aldea ha crecido con el pasar del tiempo. Antes era esto un lugar desértico y sombrío, arena era lo único que había, pero luego comenzó a crecer pasto muy verde seguido de grandes arboles con frutas acurrucadas en sus ramas. Esto llamo la atención de mucha gente que al probar las proporciones dulces del lugar quedaron totalmente encantados, y de ahí en adelante se pusieron a hacer negocios con las frutas del área. Poco a poco fue creciendo la popularidad dando origen a la aldea de las frutas —explica la anciana.

—¿Un desierto que de paso sea un bosque con frutas?, es increíble —diluye Mike.

—Nadie sabe cómo fue que ocurrió. Creció de la nada y punto —dice la osa.

—Pues lo que allá sido termino siendo aprovechado por la gente —argumenta Elmer.

—Así es la vida y hay que aceptarla tal y como es —la charla que ella dio rebosa en su fin por el avance del día al ya este concluir—. Bueno, ya es tarde. Debo de cerrar.

—Déjenos ayudarla —ofrece Mike.

—No, está bien.

—Vamos, usted es alguien amable y cariñosa. No merece hacer semejante esfuerzo —opina Jonathan.

—Estos jóvenes y sus amabilidades. Está bien, suban las cajas y cajones con frutas en esta carreta.

Con toda la generosidad y humildad del mundo la ayudan para que no se agobie. Ella se queda al lado de su carreta vigilándolos por precaución a que nada pase. Al acabar, piden hacerle otro más:

—Bueno, ya acabamos. ¿Quiere que llevemos la carreta hasta su casa? —dice Jonathan.

—No hagan tanto por mí.

—Venga, insistimos —dice Mike.

La señora accede a sus peticiones y los deja. Elmer y Mike halan la carreta. Rey se encontraba sentado en ella y Jonathan junto a la anciana caminaban delante:

—¿Usted vive lejos? —inquiere Jonathan.

—Vivo media adentrada en el bosque.

—¿Y porque tan lejos de la aldea de las frutas? —se lo encuentra raro Jonathan.

—Porque no estoy acostumbrada a estar donde hay mucha gente. Además, estar en el bosque tiene sus ventajas ya que en ese sitio aprovecho para recolectar frutas.

—Que gran estrategia señora.

—Gracias. Puedes decirme Merci.

Caminaron por unos cuantos minutos hasta que al fin llegaron a la casa de madera de Merci. La carreta la dejan en la parte de atrás de la vivienda:

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