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La lluvia continúa cayendo en Seúl, las pocas personas que siguen transitando por las calles están desesperadas por encontrar algún refugio, pues la caída de agua de esta noche no se trata de una simple llovizna, es de aquellas tormentas que te empapan sin importar la sombrilla o impermeable que lleves, simplemente aparece en todas las direcciones, las gotas son tan enormes que rebotan con fuerza en las superficies mojándolo todo.

Jongun conduce su vehículo a través de la tormenta, su parabrisas trabaja al máximo luchando contra el diluvio, su camino debería ser directo a casa junto a su esposa, ese debería ser el escenario ideal para el padre y esposo ejemplar, y a pesar de que el hombre presume ser extraordinario en todos los ámbitos de su vida, pese a sus continuas visitas a la iglesia y sus constantes discursos sobre cómo debe ser un hombre y qué debe hacer, sus actos contradicen bastante lo que tantas veces ha salido de su boca.

Lo hago por la familia.

El hombre es quien tiene el mando y el control.

Un hombre no debería debilitarse por una mujer.

Su automóvil tiene un destino muy diferente al que debería, hace años aquel pensamiento logro perturbarle algunos días la cabeza, pero después de tanto tiempo ya se ha hecho costumbre,  inclusive ha entrado a justificar sus acciones.

Y es por eso que se dirige a la casa de su amante.

Cruzar aquella linea en la que se es consciente de que se traiciona la confianza de alguien ya no es nuevo para él. Jongun valora tan poco a su esposa que no solo la considera un adorno servicial en su casa, sino que no le parece suficiente para él, porque claramente su persona merece a alguien inimaginable, alguien en extremo inteligente y bello.

Es por eso que justifica su diferencia de 20 años con su amante.

Desde que sus ojos se posaron en la chica pelirroja que asistió a una pelea ilegal a la que él fue, todo se transformo en una obsesión. Jongun quien decía a sus hijos que un hombre no se debilitaba por una mujer abordo a la chica incontables veces en los siguientes encuentros donde él era apostador.

Jongun fue un boxeador, ganó algunos campeonatos e infinidad de encuentros, si. Pero su talento nunca se trato de algo especial como él lo exponía constantemente, su gran desempeño se debía a sus deshonestas tácticas contra sus contrincantes.

Para el hombre el combate no iniciaba con el sonido de la campana, no iniciaba sobre el ring. El juego empezaba cuando su oponente era anunciado, porque allí es donde tenia la oportunidad de fijar su vista en alguien en especifico y sabotearlo de cualquier forma.

Jongun nunca fue un hombre de conocer códigos o lealtad. Era un hipócrita obsesionado con sigo mismo desde sus inicios. ¿Drogas? Había explorado toda su diversidad sin duda, pero lo que no era distinto era el lugar donde las ponía: Botellas de agua.

Claro que se esforzaba, el sueño de Jongun siempre había sido ser boxeador y lo había conseguido, solo que el tipo a pesar de ser narcisista era terriblemente inseguro de sus propias capacidades y lo que comenzó como una estrategia aislada y meditada, se convirtió en un habito adrede.

Se retiró en el momento en que supo que hizo bastante dinero para comprar una casa -misma casa en la que actualmente vivía- y cuando las sospechas sobre su talento crecían. Lo terrible es que nunca llego a ser publico su fraude como tampoco conocido. Su carrera en el boxeo fue fugaz, casi nadie le recuerda, porque evitaba involucrarse en campeonatos de mayor rigurosidad, no es muy reconocido al contrario de lo que el llegó a pensar.

Lo divertido e irónico es que su hijo nació con un talento excepcional y él lo notó enseguida, después de años incluso supo que no tenia la capacidad suficiente para hacerlo avanzar, sin embargo su orgullo y egoísmo seguían susurrándole al oído que en realidad era culpa del chico que no se esforzaba lo suficiente.

Kurabu II クラブ KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora