Semanas después
Lucía había vagado por la ciudad sin un camino definido más que el de sentir que finalmente, por primera vez en su vida era libre de hacer lo que quería; de ser sí misma entre tanta falsedad de buen vestir. Por primera vez en su vida se había alejado de la cuna de oro en la que había nacido para experimentar el cómo era vivir con el tiempo justo para el día a día, en una pensión de mala muerte a las afueras del Centro de Montevideo. La habitación donde se quedaba era un espacio reducido de dos por dos, bastante añejo, con maderas que rechinaban y un olor a humedad que ni los rayos del sol provenientes de la ventana y su balcón con flores podían desaparecer. La cama tenía polvo, y le generaba dolores de espalda por la mañana, y eso si lograba dormir, porque a veces con el bochinche de los vecinos era imposible conciliar el sueño por las noches. Las paredes parecían ser tan débiles que hasta el ronquido del de al lado se podía oír como un mosquito zumbando en el oído sin cesar. Pero a pesar de todo eso, Lucía había obtenido allí la paz —o un poco de ella—, que en todos esos años durmiendo en aquel castillo como una princesa jamás había logrado. Era mejor así, tal vez el destierro fuera el mejor destino para ella y su familia.
Pero a pesar de haberse alejado, el sufrimiento la perseguía tanto que parecía impregnado en ella para siempre. Por las noches había algo más ruidoso que el escándalo de sus vecinos, y eran las voces del remordimiento que la hacían lagrimear deseando cerrar los ojos y que todo aquello fuera una pesadilla. Sin embargo, no lo era. Ni el umbral que separa a la conciencia del sueño la dejaba tranquila, al hacerla oír el llanto desgarrador de su bebé junto a imágenes de él en aquella pileta de la que ni en otra dimensión lo podía salvar. Aquel mal sueño siempre la hacía despertar de un sobresalto por las noches, dejándole un sinsabor en la boca durante el resto del día. Como si todo lo que estuviera a su alrededor le fuera ajeno de alguna forma. Sobre todo su muñeca de la infancia que siempre la veía sentada en la mesita de luz con su mirada impoluta que parecía vigilar sus sueños, y a la cual ya sentía extraña como a todo lo demás. No podía seguir así, tenía que salir de aquel abismo en el que había entrado, y la mejor manera era ocupar su mente en alguna actividad que al menos la alejara por un rato de la realidad en la cual ya no quería estar. Estar sola en aquella habitación, encerrada con sus pensamientos oscuros no le iba a traer nada bueno. Pero tampoco se sentía tan acompañada afuera en la pensión, a no ser por la dueña del lugar: doña Alicia, quien extrañamente siempre se pasaba a golpetear por las puertas de los inquilinos para cobrarles la mensualidad, mas en el caso de Lucía, la cosa era diferente. Apenas y se atrevía a pasar por enfrente de su cuarto. Aunque allá abajo —donde siempre la encontraba lavando bajo el enorme vitral sobre el patio interno, o en la cocina haciendo unos deliciosos guisos—, se mostraba siempre más abierta a charlar con Lucía. Aquella señora incluso parecía verla como a una hija, aunque intentara mantener la distancia por alguna extraña razón.
—Buenos días, Alicia —le dijo Lucía con una sonrisa tímida.
—¡Buongiorno, bambina! ¡Que bueno verte por acá. Decime cómo está el guiso —la recibió en la cocina acercándole un gran cucharón de madera del que emanaba un delicioso aroma y un vapor envolvente—. ¿Va bene?
—Muy bueno, Alicia. Usted es una genia cocinando.
—Va bene, va bene. Es para todos en la pensión. Además hoy viene mi hijo Lorenzo, mi figlio querido. Hace mucho que no lo veo.
—Me imagino, debe ser emocionante para usted —Lucía se sentía felíz por aquella madre, pero algo en sus ojos reflejaba tristeza al imaginar que hubiese sido ella unos cuantos años más adelante.
Su expresión cabizbaja fue vista por la señora, quien la miró de reojo.
—Bambina, ¿qué hace usted acá?
ESTÁS LEYENDO
Sombras en la noche (#SdV 2)
HorrorDeberías creer en aquello que se oculta en las sombras Queriendo dejar un terrible pasado atrás, Lucía decide tomar un nuevo rumbo a su vida comenzando desde cero. Es así que llega a la enorme casona de la excéntrica familia Ferreira como niñera de...