Capítulo 7 - Sombras del pasado

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El sol se iba poniendo ante el inevitable trance en el que Lucía había entrado. Parecía no darse cuenta de nada más a su alrededor desde que vio aquellos dibujos espantosos en el cuarto de los niños. Salvo de su padre, justo en el momento en que se disponía a salir corriendo de aquella casona para despejar la mente de tantas emociones negativas.

Manuel llegaba de su trabajo, dejando a un lado su sombrero y la chaqueta fina y gris que llevaba al congreso para pasar a saludar con una enorme sonrisa a Lucía.

—¡Lucía! ¿Cómo le va? —le dijo tomándola de la mano y dándole un beso en ella—. ¿Cómo se portaron mis pequeños?

—Bien, señor Ferreira. Sus hijos son un encanto —respondió titubeante.

—Espero que no le hayan generado mayores problemas. Por cierto, ¿ya se iba?

—Sí. Martina y Mateo están durmiendo arriba, estuvimos jugando bastante y desde hace un buen rato están dormidos. Así que paso a retirarme, con permiso.

Manuel detuvo su camino a tan solo unos pasos de distancia.

—Lucía, ¿no quiere que la lleve?

—No, tranquilo. Yo sé llegar hasta mi casa.

—¿Segura? Para mí no sería ningún problema. Además nos lleva nuestro chofer —insistió Manuel.

—No, señor. No se preocupe, en verdad. Además me encantaría irme caminando y respirando aire fresco. Con su permiso.

—¡Ah, Lucía! Perdón que la interrumpa de nuevo... es que me quedé pensando en lo que me dijo hoy de mañana —dijo Manuel, generándole cierto fastidio a la chica.

—¿Qué cosa?

—Lo de los chicos desaparecidos. Me había dicho que fue en el orfanato clausurado, ¿no es así?

—Sí, señor.

—¿El Estrella del Norte?

—Ese mismo. Me han contado que usted y su familia eran grandes benefactores de ese lugar, ¿no?

—Sí. Sobre todo mi difunta madre... que en paz descanse. Ella vio nacer ese lugar, y cuando ocurrió todo el escándalo me apenó mucho por su memoria... era mejor dejar ese sitio cerrado —argumentó Manuel de forma convincente—. Pero no tenía idea de que seguía entrando gente ahí, ¿saben algo de los criminales que estaban esa noche? ¿O qué hacían? ¿Quiénes eran?

—No alcanzaron a reconocerlos... creo que estaban enmascarados o algo así. Y supongo que nada bueno estarían haciendo en un lugar abandonado como ese. Para perseguir a unos pobres gurises de esa forma... imagínese.

—Que loco está el mundo —expresó Manuel con indignación—. Voy a ver si puedo hacer algo, al fin y al cabo todavía mi apellido está unido a ese sitio. Lucía... dígame si puedo ayudar en algo a esas familias.

—No, señor. Ahora mismo están atendiendo a dos que sobrevivieron, pero van a estar bien.

—Estoy dispuesto a pagar todos los gastos por ellos, en cierta forma me siento muy responsable por lo que les pasó —aseguró Manuel.

—No se preocupe, Manuel. No era algo que estuviera totalmente en su control.

—Insisto. Por favor, déjeme ser parte de alguna manera.

—Está bien, hagamos una cosa. Yo voy a hablar con las familias y ver qué necesitan. Ahí vengo y le aviso, ¿está bien?

—Perfecto. Muchas gracias, Lucía —agradeció Manuel con su sonrisa galante que parecía no tener ningún efecto en ella—. Es usted muy amable.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora