Capítulo 33 - El secreto en sus ojos

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Mientras Mateo jugaba con su madre y estaba felíz de verla de nuevo, Martina se mantenía distante. Había algo en ella que no le cerraba. Percibía en Josefina una vibra extraña de descifrar.

—¿Qué pasa, Martina? Estuviste callada todo el día —le señaló Mateo.

—Hay algo raro, Mateo.

—¿Qué? Nuestra mamá regresó, al fin.

—Ella no es nuestra mamá —le aseguró dejándolo helado.

—¿Qué querés decir? ¿Cómo que no es nuestra mamá?

—No siento su esencia. Es alguien más, Mateo. Confiá en lo que te digo, y no confíes en ella —le advirtió.

—Pero... si no es mamá... entonces, ¿quién es?

Ambos se miraron aterrorizados al imaginar que el cuerpo de su madre podría haber sido tomado por otra persona, y efectivamente, errados no estaban...

En el cuarto de Manuel estaba él encerrado junto a ella. Josefina se miraba con asco en el espejo, como si no se reconociera y sintiera repulsión con la imagen que se le devolvía.

—Que horror que me hayas dado el cuerpo de esta pordiosera —le dijo a Manuel—. ¿No tenías a alguien mejor para darme?

Manuel simplemente se rió.

—Madre, es lo que había. Pensaba matarla pero también quería que usted vuelva, y ella se me regaló en bandeja de plata. Me tomó años entender cómo podía hacerla volver.

—Bueno, algo es algo. Ya me iré acostumbrando a su olor a pobre. Por cierto, ¿hablaste con la mucama?

—La niñera, mamá. Y sí, hablé con ella. Se tragó completito el cuento de España, y de que estoy enamorado de ella —le confesó con una sonrisa maliciosa en el rostro.

—Al parecer es más boluda que las hermanas Ortiz.

—No sé, es más cerrada, eso sí. Su fuerte fé en Dios ha hecho que se me haga un poco complicado tomarla.

—¿Fé en Dios? Pero si en esta casa él no existe.

—Pero en ella sí, madre. No es una víctima fácil. Y por eso le tengo encomendada una misión.

—¿Cuál?

—Cuando estuve revisando en sus cosas hace unos días, ya sabe... para comenzar el ritual, encontré una especie de diario íntimo de ella. Donde había un bebé dibujado en un montón de páginas. Algunas parecía ser ella sosteniéndolo. También había algo escrito pero no alcancé a leerlo porque ella justo llegó, y por lo que recuerdo se puso muy nerviosa cuando le pregunté quién era ese bebé.

—Y es lógico, cualquier mujer se pondría nerviosa de que lean algo tan íntimo —dijo Nora.

—No, no. Usted no me entiende, madre. Algo me dice que ella oculta algo. Cuando le hice la entrevista laboral le pregunté si era de la familia Salvatierra... usted la conoce —Nora asintió con la cabeza—, pero ella al parecer quería huir de su propia familia. No quería hablar del tema. Fíjese que estaba viviendo en una pensión de mala muerte allá por el Centro. ¿Todo eso no le dice nada?

—No sé, Manuel. Puede ser que esconda algo, pero ¿de qué nos sirve?

—En ese diario puede estar la respuesta a lo que buscamos, ahí puede estar su talón de Aquiles. Y para eso necesito que usted se gane su confianza; hágase su amiga y trate de averiguar qué nos está ocultando. Ahí puede estar su debilidad, y sería una grieta para llegar hasta su alma.

—Entiendo... me gusta la idea.

—Entonces vaya preparando su discurso de cómo sufrió a manos de los franquistas allá en España, y que necesita su ayuda para reencontrarse con sus hijos.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora