Esa misma noche Antonia intentaba conciliar el sueño, pero algo en el ambiente no se lo permitiría. Estaba segura de que en aquella habitación no se encontraba sola. Había algo, un halo invisible que la vigilaba. Pensó que era su imaginación y se tapó con disimulo la cabeza mirando hacia todas las direcciones. Todo estaba oscuro, pero sentía algo... una especie de respiración profunda a lo lejos que le indicaba que había alguien más junto a ella. Tenía miedo de darse vuelta. Esa casa nunca le había dado buen augurio, y menos ahora. Sus sospechas estarían bien justificadas cuando comenzó a sentir el crujir de las maderas añejas del suelo. Alguien se iba acercando a pasos lentos que eran inversamente proporcionales a los pensamientos acelerados de Antonia.
Sus ojos se abrieron como un par de faroles sin fuego en la oscuridad. Su corazón estallaba de miedo queriendo huir de aquel lugar sin dejar rastro. No estaba preparada para enfrentarse al horror de nuevo. Por dentro pensaba que aquella sería su última noche, y que alguno de los Ferreira venía a matarla. Tal vez su visita estaba siendo inoportuna y habían descubierto que venía en busca de respuestas... tal vez querrían hacer algo terrible con ella como había hecho doña Nora en el pasado con todas aquellas chicas. El miedo se había apoderado de todos sus sentidos y no había forma de liberarse de él, no en aquel momento.
Pero debía ser valiente. No había cruzado el Río de la Plata para quedarse tapada de pies a cabeza sin hacer nada como cuando era una niña. Debía luchar de ser necesario, y esta vez estaba preparada. Debajo de su almohada había puesto un arma que traía consigo por si las cosas se ponían tan turbias como sospechaba que se estaban por poner. Por lo que de un momento a otro, cogió valor, suspiró y apuntó hacia la dirección de donde provenían los pasos. Pero para su sorpresa, no había nadie allí. Sin embargo seguía sintiendo la presencia de alguien más. La respiración de alguien que estaba cerca de ella.
—¿Quién anda ahí? —preguntó, pero nadie le respondió.
De inmediato supo que se trataba de algo más. De algo que había visto años atrás. Pensó en los susurros que oía en la oscuridad, esos susurros en el orfanato que pedían por ayuda, ¿sería una más? Lo único de lo que estaba segura es que los suspiros no cesaban. Pronto comenzaron unos golpes que reconocería poco después. Dos golpes, un chillido, y dos golpes más...
Alguien quería darle un mensaje.
—Código morse... —susurró.
Algo del mismo había aprendido cuando estuvo en el Estrella del Norte, por lo que no se le hizo tan difícil descifrar el mensaje: No soy yo —decía una parte del mismo.
—¿No soy yo? —susurró Antonia—. ¿Qué significa? —el mensaje se volvía a repetir, revelando el misterio del mensaje encriptado—. Ella no soy yo... ¡Ella no soy yo! ¿Josefina? —preguntó Antonia mirando hacia todas partes—. ¿Dónde estás? ¿Qué hicieron contigo? ¿Y quién está usurpando tu lugar? —los suspiros cesaron—. ¡Contestame, por favor!
Antonia se había quedado sola, o eso creía, hasta que oyó otro mensaje más: Salva a mis hijos.
—¿Qué? —Antonia no podía creerlo. Las cosas se estaban poniendo más extrañas con cada minuto que pasaba—. ¿Qué pasó con los niños? ¿Dónde están? —debía averiguarlo.
***
Nora se encontraba nerviosa aquella noche al igual que su hijo. La presencia de Antonia les incomodaba como nunca antes lo había hecho.
—No pude encontrar el dichoso diario. Antonia no me dejó —dijo Nora totalmente frustrada.
—Pero, ¿será que ya lo encontró? —preguntó Manuel.
ESTÁS LEYENDO
Sombras en la noche (#SdV 2)
TerrorDeberías creer en aquello que se oculta en las sombras Queriendo dejar un terrible pasado atrás, Lucía decide tomar un nuevo rumbo a su vida comenzando desde cero. Es así que llega a la enorme casona de la excéntrica familia Ferreira como niñera de...