Capítulo 49 - Los trapitos al sol

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Lucía y Lorenzo fueron llevados a un sótano escondido en el patio trasero de la casona a mitad de la noche, allí se respiraba pestilencia y había poca luz, pero se alcanzaba a ver que no almacenaba más que restos de cosas que alguna vez fueron algo, y de quienes alguna vez fueron alguien. Entre ellos: Clara. Quien estaba prisionera ahora junto a ellos.

—¡¿Florencia?! —preguntó Lucía sorprendida.

—¡Ah, ¿pero todos se conocen acá?! ¡Mirá qué lindo! —exclamó Manuel—. Así que todo el conventillo reunido, qué conmovedor.

—¿Qué hace ella acá? —preguntó Lucía.

Manuel le respondió apuntándole con el arma.

—Nosotros también tenemos preguntas. Qué curioso, ¿no? Pero ya va a haber tiempo para que aclaremos los tantos. Ahora cerrá el pico, vos y tu novio —Manuel se acercó lentamente a Lorenzo con pose de altivo y pateándole una pierna—. Así que te hacías el príncipe a caballo a espaldas mías, eh. Mientras conmigo participaste de toda clase de actos... podría decirse... cuestionables. ¿Sabe tu linda chica que te quisiste coger a mi esposa?

Questa è una mentira! —bramó Lorenzo, estaba furioso. Si no fuera por las cadenas lo molería a golpes.

—Pero que participaste en algunos crímenes conmigo no son mentira, y mi amiga allá la tuerta moribunda no me va a dejar mentir. Ella misma te vió. ¿Te acordás? Cuando matamos a su "hijito", y después vos fuiste a rematar a, ¿cómo era que se llamaba el gurisito ese que te encargaste de desaparecer...?

Lucía lo miraba con asombro y cierta indignación.

Non credere a niente di quello che dice. Quiere envenenare la tua anima.

¿Envenenare? ¡No! Le quiero abrir los ojos de quién realmente sos. De lo que sos capaz de hacer... imaginate, ya mataste en la guerra a sangre fría y la culpa te atormenta, sos capaz de hacerlo nuevamente. La culpa es del que te manda, ¿no es así? —le preguntó con la cara sonriente.

Figlio di puttana! Ti mato! Juro che ti mato! —gritó Lorenzo enfurecido ante las carcajadas de Manuel.

—Bueno, ahí se quedan oyendo al loquito éste. Mañana nos vemos. Traten de descansar que se les vienen días bastante largos les advirtió —con un tono jocoso en la voz justo antes de irse y dejarlos allí encerrados.

Todo se sentía oscuro, en un mundo de sombras y sin una aparente salida. El único sonido que se oía era el repiqueteo de las cadenas sobre el suelo.

—No les lleven la contraria, va a ser peor —les dijo Clara con su vista perdida en la nada.

—¿Flor? —preguntó una vez más Lucía. No conseguía entender qué hacía ella ahí—. ¿Qué te hicieron? —Florencia se veía muy lastimada y sin un ojo.

—No soy la tal Flor. Ella ya no existe —sentenció.

—¿Cómo? —luego de un silencio abrumador, lo entendió todo—. ¿Quién sos? Ella no hablaría así.

—Mi nombre es Clara García de Zúñiga.

—¿Clara...? —Lucía creía haber oído ese nombre en algún lado—. ¿La del cuadro? —Clara asintió—. ¿Qué hiciste con Florencia?

—Lo mismo que hicieron la esposa de Ferreira, para que volviera su madre en su lugar.

—¿Por qué Florencia? ¡¿Por qué a ella?! —bramó Lucía enfurecida—. Ella no le hizo mal a nadie.

—Yo no la elegí.

—¿Quién fue entonces?

—Su mejor amigo.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora