Con todo lo que había ocurrido, Lucía no pudo conciliar el sueño en toda la noche. Fue quizás el día más impactante de toda su vida desde que perdió a Pedrito, y no solo por los sucesos extraños que estaba convencida que habían ocurrido, sino por la propuesta de Manuel. Aquello era lo que más le inquietaba, lo que más le hacía pensar y dar vueltas en su cabeza. Lucía no estaba segura de a qué se refería el señor Ferreira con su idea. ¿Acaso querría que vivieran juntos como si fueran una familia frente a los demás? Eran muchas dudas que en el momento no la dejaron reaccionar más que huir, como siempre lo hacía frente a lo que la perturbaba. Lucía le había prometido pensarlo, pero cuanto más lo hacía, más difícil se volvía llegar a una conclusión. Necesitaba hablar con él, y a primera hora del día se levantó al escuchar sus pasos afuera.
—Señor Manuel, buenos días —dijo ella—. Necesito hablar con usted.
—Claro, acompáñeme a mi oficina.
Un silencio incómodo se interpuso entre los dos, aunque Manuel se veía mucho más relajado que Lucía. En ella aún daba vueltas la propuesta de anoche, aún más teniendo en cuenta qué tan seguro sería irse a vivir a un lugar como ese después de lo que había pasado en la noche. Debía decidirse, y el momento de hacerlo había llegado.
—Señor, estuve pensando mucho lo que me dijo anoche y la verdad no entiendo bien a qué se refiere con su propuesta.
—Es simple, Lucía. Que venga a vivir con nosotros —le dijo mientras se servía un poco de whisky.
—¿Usted pretende que yo sea como la mamá de sus hijos?
—Yo sé que ellos la quieren mucho, a su manera pero la quieren, y usted me demostró anoche que también los quiere mucho. Nunca había conocido a alguien tan sensible y honesta como usted, Lucía. Y entiendo que se hacen bien entre ustedes, por lo que no tengo problema que usted venga a vivir acá.
—Perdón por lo que voy a decir, porque voy a sonar tan arcaica como mi madre pero... ¿qué diría la gente si se enteran que vivo acá y ando con sus hijos como si fuera su mamá?
Manuel se rió, no podía negar que le daba ternura la duda que ella tenía.
—No malentienda, Lucía. Yo la estoy invitando a quedarse como cualquiera de los demás empleados. No le quiero hacer ninguna propuesta indecente ni mucho menos —aclaró Manuel mientras seguía riendo con discreción—. Y si fuera así, que quisiera que fuéramos familia... tanto usted como yo estamos solos, por lo que no sería ningún pecado. No se preocupe por lo que piensen los demás, ellos no pagan sus cuentas ni están en sus pies.
Lucía no podía negar que Manuel tenía razón, pero le inquietaba el hecho de imaginarse junto a él, y no es que no le pareciera guapo, al contrario, sino que su corazón aún seguía herido y sin lugar para otro hombre en su vida. Además de verlo como su jefe.
—Déjeme pensarlo, ¿sí? —le pidió ella.
—Por supuesto, no hay prisa. Cuando tenga una respuesta me avisa.
Lucía se retiró con muchas dudas. No estaba segura de dar ese paso en su vida, pero también era cierto que los niños corrían peligro en esa casa, y ella podría ser la única que pudiera protegerlos del peligro.
Y hablando de él, al salir se encontró con el hombre de la fiesta de ayer.
—Buenos días... Lucía, ¿verdad? Soy Simón Zubiria, el hombre que organizó la fiesta ayer. Quisiera hablar con Manuel. ¿Está en casa?
—Sí, justo salgo de verlo, está en su oficina —le indicó Lucía.
Aquel señor tampoco le generaba confianza.
ESTÁS LEYENDO
Sombras en la noche (#SdV 2)
HorrorDeberías creer en aquello que se oculta en las sombras Queriendo dejar un terrible pasado atrás, Lucía decide tomar un nuevo rumbo a su vida comenzando desde cero. Es así que llega a la enorme casona de la excéntrica familia Ferreira como niñera de...