Capítulo 25 -Dejavú del destino

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Lucía se había quedado muda desde el momento en que vió a Lorenzo entrar a la boca del lobo. En todo el camino acompañó a los niños a la escuela en un completo silencio, y luego de allí se dió una escapada hacia la pensión. Sabía por palabras de su jefe que Lorenzo comenzaba su jornada laboral por la noche.

Al llegar a la pensión Alicia la recibió de brazos abiertos. Estaba muy felíz de verla, Lucía también, pero necesitaba hablar con urgencia con su hijo Lorenzo.

—¿Lorenzo? Él sta riposando —le confesó su madre—. Hoy inizia a lavorare a casa di Ferreira. Lo sapevi, vero?

—Sí, lo sé, doña Alicia, y por eso vine. Para decirle que es una locura que se arriesgue así. Necesito que me dé una buena explicación.

Io già intenté di farlo ragionare, ma non quiere entender.

—Tranquila que conmigo sí va a entender. Está en su cuarto, ¿verdad? —Alicia asintió asombrada con su actitud—. Con permiso.

Lucía estaba hecha una furia, por lo que no le importó azotar la puerta más que golpearla, y al ver que Lorenzo no abrió de inmediato se lanzó hacia el interior de su cuarto. Allí se lo encontró a él solamente de calzones y con uno de sus botones desprendido. De inmediato se tapó los ojos de la vergüenza que sentía. Mas su enojo no se había esfumado siquiera por verlo en trapos menores.

Signorina! Cosa stai facendo qui? —Lorenzo estaba sorprendido, pero debía admitir que no le incomodaba para nada la escena.

—Disculpe que me meta así... pero, ¿qué cosa está haciendo usted allá? ¿Por qué se metió a trabajar en la casa de Ferreira? —Lucía no se atrevía a mirarlo. Estaba roja como un tomate tanto de la vergüenza como de la ira.

Per lo mismo motivo per cui tú lo hizo —le confesó él—. Per proteggere a quien amo.

—¿A quien ama?

—Sí.

Lorenzo ya no sentía vergüenza de expresar lo que sentía por ella. Aunque Lucía al parecer sí. No sabía bien qué decir, pero sin dudas no quería seguirle el juego ni darle ilusiones que no estaba dispuesta aún a dar.

—No quiero que usted también se meta en las decisiones de mi vida, Lorenzo.

—Non dormo tranquillo sapendo che tú sei in peligro. Quiero proteggerti. Déjeme hacerlo —Lorenzo estaba muy cerca de Lucía.

Ella podía sentir su respiración tan cerca que le generaba escalofríos, pero de esos tan bonitos que se sienten cuando la persona que a uno le gusta está a un solo suspiro de distancia. Lucía quería negarlo, pero también sentía algo lindo por él. No sabía si llamarlo amor, pero era un cariño muy especial que crecía con el tiempo. Sin embargo, en nombre de ese cariño debía ser dura con él y alejarlo del peligro.

—¡No necesito que usted me proteja! Guárdese su amor —le respondió mirándolo a los ojos, aunque también desviando su mirada hacia donde no debía ver—. Y préndase el botón, hágame el favor.

Lorenzo impidió que se fuera sujetándola del brazo y mirándola a los ojos. Quería besarla como desde la primera vez que la había visto.

—Usted fai quello che quiere, e io también. Ci vediamo stasera.

—Nos vediamos nada. No nos vamos a ver en la noche. Y cuídese, le va a hacer falta —Lucía se zafó de su encanto y se fue de inmediato de su habitación. Sentía rabia de aquel tipo, pues era más terco que una mula, así como ella. Ninguno de los dos daría el brazo a torcer, sobre todo en el sentimiento que estaba naciendo en ambos, y que ya nadie podría frenar.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora