Capítulo 51 - La semilla de la discordia

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El sol ya se estaba ocultando y con él traía consigo el peligro; la incertidumbre y el miedo en las venas abiertas de un profundo cielo estrellado. Aunque el frío era sobrecogedor, a tal punto de erizar las entrañas, sobre todo al poner un pie en aquel orfanato que parecía ser una sucursal del averno en el que parecía no haber ni una señal de vida a su alrededor. Solo vidrios rotos y baratijas que crujían con el sonar de los pasos taciturnos de Nora y Manuel, quienes miraban de un lado a otro buscando alguna pista del paradero de los niños, pero no estaban por ningún lado.

Pero la quietud del lugar era una completa tapadera. Los Ferreira estaban siendo observados por aquella secta de dementes que vigilaba cada paso como el cazador perseguía con la mirada a su presa dirigiéndose a su trampa mortal. En este juego del gato y el ratón, ellos se dirigían a su propia ratonera: aquella habían creado alguna vez para atraer víctimas incautas como mosquitos a una lámpara.

A lo lejos, en medio de una profunda oscuridad se hizo la luz. Era la hermana Irene junto a los niños. Estaban amordazados, y con lágrimas de tanto llorar. Ella por su parte, les apuntaba con un arma en la cabeza mientras sonreía al verlos llegar.

—¡Bienvenidos! ¡Hasta que al fin aparecieron! —exclamó llena de júbilo.

Detrás de Nora y Manuel llegaron otras dos criminales. Dos mastodontes que imponían miedo con su sola presencia y su rostro tan rudo. Ambas les apuntaron por la espalda.

—Suéltenlos y terminemos con esto —dijo Manuel alzando los brazos.

—El libro. Quiero el libro.

—Acá está.

—Cumplieron con su parte, ¿no? Nada de policías ni truquitos baratos, ¿cierto? —preguntó Irene.

—Vinimos solo nosotros —dijo Nora.

Irene se acercó para tomar el libro y hojearlo. Todo estaba como acordaban. Miró de reojo a la que por fuera parecía ser la esposa de Ferreira pero algo no le cerraba... algo se le hacía muy familiar.

—Vos sos la flamante esposa, ¿no?

—Así es.

—Veo que... es cierto que las eligen igual que a las madres... —Irene la miró de arriba a abajo y sonrió.

—¿Viste? Ahora tengo más estilo —respondió Nora con sarcasmo.

—Y hasta hablás como ella... mirá vos... qué interesante... —Irene parecía ya haber percibido lo que estaba sucediendo con Josefina—, ¡Ésta es la prueba! —gritó a sus seguidoras—. ¡Ella es una de las pruebas de la inmortalidad del alma! ¡La inmortalidad en nuestras manos! Nuestro señor nos da la oportunidad de elegir en qué cuerpo volver a encarnar. ¡Imagínense una nueva vida llena de oportunidades; una vida al alcance de sus manos! ¡Ella es Nora Ferreira encarnada en el cuerpo de Josefina Ortiz! —todas comenzaron a comentar de aquí para allá asombradas, creían fielmente las palabras de aquella mujer—. Hola de nuevo, querida enemiga.

—Sí, soy yo... soy Nora Ferreira. Y ahora que nos quitamos las caretas, espero que le des un uso digno al libro. Un uso verdadero como yo le di. Que aprendas de él y apliques las enseñanzas de Lalaurie —dijo Nora.

—Lo voy a hacer mejor. Europa necesita fé. Necesita gente que les lleve esperanza, y esa persona soy yo. Confiá en mí, que tus escrituras quedan en buenas manos.

—¿De verdad estuviste todos estos años planeando como vengarte de nosotros? —preguntó Manuel. Él no estaba dispuesto a dejarse perder—. ¿Tan mal perdedora sos?

Irene se rió.

—En la cárcel uno se aburre. La cabeza da vueltas, y vueltas... el tiempo corre lo suficientemente lento como para pensar un plan de escape, y de venganza. Y ustedes fueron muy fáciles de seguir al ser una familia pública. Seguí cada movimiento desde adentro. Cada noticia que me llegaba, cada información. Y formé mi propia comunidad con los conocimientos que aprendí trabajando en este lugar cuando ustedes hacían de las suyas. Pero tenés razón en algo... soy mala perdedora, y su peor error fue no haberme matado cuando tuvieron la oportunidad. Tendrían que haber sabido que iba a resurgir... que algún día iba a salir e iba a querer cobrar venganza. Y que nunca... nunca dejo nada sin terminar —Irene con una sonrisa maliciosa en el rostro les apuntó con el arma.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora