Capítulo 34 - La verdad revelada

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Guillermo no perdió el tiempo y fue a contarle a Clara lo que estaba pasando. Su madre estaba sospechando más de la cuenta y eso pondría en peligro sus planes.

—¡¿Qué?! ¡¿Poseída?! —preguntó indignada.

—¡Shh! Bajá la voz que nos pueden oír. Sí, Cristina, tu madre... es decir, la madre de Florencia, piensa que estás poseída —le explicó Guillermo una vez más.

—¡Pero que mujer más estúpida! ¿De dónde saca esas historias?

—No hace falta que saque ninguna historia. Se nota en tu comportamiento, y además la familia de Flor es muy devota.

—Estoy tratando de ser como dijiste, Guillermo. La nena dulce, tierna, comprensiva, pero esa mujer me enloquece. Todo el tiempo parece que me quiere poner a prueba. Está encima mío, ya no la soporto.

—Entiendo que es molesto, pero es necesario.

—No. No tengo por qué estar acá para empezar. Te juro que estoy intentando adaptarme a este lugar pero no puedo, Guillermo. Yo debería estar allá en la mansión de Simón planeando mi venganza, no acá fingiendo ser otra persona. Esto no era parte del plan.

—Sí es parte del plan. Si desaparecés la policía te va a buscar y podrías poner en evidencia a tu hijo, Clara.

—Bueno, pero sería más fácil si no estuviera esa señora jodiéndome todo el rato. Y vos parece que te borraste.

—¿Perdón?

—Sí. Deberías estar todo el día conmigo para ayudarme a salir de estas situaciones y no estás. Andás por ahí pelotudeando.

—Yo intento ayudarte Clara, pero también me lo estás poniendo difícil con esa actitud de caprichosa que tenés —le confesó alzando la voz.

—¿Caprichosa yo?

—Sí. No veo que estés poniendo de tu parte para por lo menos fingir que sos otra persona. Aunque no te guste esto es parte del plan, y con esos comportamientos de mimada lo podrías arruinar todo.

—Perdón, perdón, ¿sí? Es que estoy muy nerviosa. Esa mujer me desespera todo el tiempo encima mío.

—Pero no podemos hacerle nada. No estamos en condiciones de hacerle algo.

—No, yo no dije de hacerle nada. Pero hay que convencerla de que estoy bien. Que sigo siendo la adorada Florencia.

—O... fingir un exorcismo —propuso Guillermo.

—¡¿Estás loco?!

—Por ahora la convencí de que no haga nada, pero va a querer llamar a un cura, y si lo hace vas a tener que demostrar tus dotes de actuación.

—Lo que me faltaba... fingir que soy un demonio.

—Bueno, digamos que dentro de Florencia sí hay un demonio —aclaró Guillermo.

—Que chistoso. Pero no soy como creés. Yo hago esto nomás por venganza. Lo demás son daños colaterales.

—Bueno, pero tratemos de ocasionar el menor daño posible para no llamar la atención. Así que por favor, fingí un poco más.

—Está bien. Igual vos hablá con la señora esa y tratá de que no se le ocurra llamar a un cura. Yo voy a ser la nenita buena y tierna que ella quiere.



***

La noche se fue acercando, dejando un manto de oscuridad y neblinas blancas alrededor de la luna que a simple vista auguraban una noche tranquila. Pero para algunos no lo sería. Las noches de Lorenzo ya no eran tranquilas desde que entró a trabajar a la casa de los Ferreira. Cada luna era un presagio de un nuevo encuentro con el demonio que habitaba en aquella casa. Aunque a esta altura del juego le era difícil diferenciar cuál era el demonio en aquella casona, si el de ojos dorados que se ocultaba en las sombras, o el mismo Manuel Ferreira, que en esta oportunidad lo esperaba con una sorpresa que no esperaba.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora