Capítulo 54 - Un beso para el recuerdo

12 3 0
                                    

Más tarde ese día Antonia se encontraba en la habitación que era de Lucía y que ahora sería de ella, al menos por un tiempo, sin saber la tortura a la que había sido sometida la chica que se había quedado antes que ella.

Sentía una vibración muy extraña de aquel lugar. Recordaba su corto paso y el infierno que vivió en donde creyó haber visto y oído cosas que al principio le parecía que no estaban ahí, pero que el tiempo le confirmó que siempre lo estuvieron como sombras escondidas en las tinieblas. Siempre que ponía un pie en esa casa sentía que algo no encajaba, y de igual modo lo percibía ahora al ver a su hermana con aquel recogido que se le hacía tan familiar. Parecía una señora de otra época. Estaba cambiada. Su forma de hablar era otra. Su semblante descuidado y enfermo le daba mala espina. Sabía que algo andaba mal, y ella estaba ahí por respuestas. No había cruzado el Río de la Plata solo por una visita familiar más.


***

Nora y Manuel estaban desencajados con la llegada de Antonia. No podían creer que estuviera allí importunándolos. Creían tener todo al fin bajo control hasta su llegada. Y la que parecía aún más afectada ante su visita era Nora, quien daba vueltas en su habitación pensando de qué forma de iba a deshacer de aquella inoportuna muchacha.

—¡A buena hora se tuvo que aparecer esa pendeja! —refunfuñó con ira—. ¡La que me parió! ¿Ahora qué hacemos?

—Tranquilícese, actúe normal por unos días y cuando vea que todo está bien, se va a ir —dijo Manuel intentando calmarla.

—O sea que imite a la pordiosera de tu mujer, ¿no? —Manuel asintió sin sentirse muy seguro de lo que proponía—. Claro... como si no hubiese tenido nada más importante que hacer que seguir a esa tipa para imitarla frente a su hermana.

—Josefina pasó mucho tiempo con nosotros. Algo se le habrá pegado.

—¡Lo fiera! No veo la hora de cambiar de cuerpo de una vez —Nora no dejaba de dar vueltas de un lado hacia el otro—. Pero tenés razón, tengo que actuar como ella al menos por unos días hasta que se convenza de que soy su hermanita y se largue de una vez. No podemos darnos el lujo de implicar a más gente en esto. Tenemos a demasiados encima.

—Opino lo mismo.

—¿Pero sabés lo que más me revienta? Que casi me descubre. Me agarró desprevenida. Y estoy segura de que me va a poner a prueba, como con eso de las cartas que no sabía... la verdad que no tenía ni idea de eso. Así que vos vas a tener que darme la mayor cantidad de información posible de esas dos para que pueda seguir con el teatrito.

—Yo tampoco sé mucho —admitió él.

—¡Ah! Que fácil es dar órdenes cuando la que tiene que hacer el trabajo sucio soy yo, ¿no? Ahora tendría que estar convirtiendo en muñeca a Lucía y no preocupándome por esto, Manuel. Esa tal Antonia nos puede descubrir en cualquier momento y yo te advierto que si me descubre soy capaz de matarla, ¿estamos?

—Bueno, está bien. ¡Tranquila!

—Por cierto, ¿dónde la alojaste?

—En el cuarto de Lucía.

Nora sintió un escalofrío recorriéndole la piel que pronto se convirtió en un profundo sentimiento de rabia.

—¡¿Pero vos sos estúpido?!

—¡¿Qué?! ¿Qué tiene?

—Por ahí debe estar el diario de Lucía y todavía no lo saqué... en este momento Antonia podría estar leyéndolo. ¡¿Sabés lo que eso significa?!

—¿El diario donde está su secreto? ¿El de su embarazo?

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora