Capítulo 52 - El diablo a medianoche

11 3 0
                                    

La noche estaba fría pero despejada, densa como pocas aquel día. Aunque se veían pocas estrellas en el cielo, se alzaba la luz de la luna llena radiante en el cielo casi primaveral. Eran más las luces que circulaban de un lado a otro por las calles de Montevideo, entre ellas, las de la cachila de Nora, quien se dirigía a la pensión en busca de la muñeca.

Cuando llegó todos se la quedaron viendo como si se tratara de una estrella de cine que había bajado desde el firmamento para interactuar con los mortales por un par de minutos. Con un tapado de piel en un color negro como la noche, y mirando por encima de su naríz respingada, Nora se adentró en el conventillo en busca de respuestas Esperaba que fuera lo más rápido posible, pues estaba cansada y no tenía el tiempo del mundo a sus pies. Alicia la atendió de inmediato.

Buonanotte. Cosa sta buscando la signora por qui?

—La habitación de Guillermo Sandoval.

Mi scusi? Ma perché?

—Es un asunto urgente, por favor. Vengo de su parte. Su habitación, ¿dónde está?

—Arriba. Segunda porta a la derecha —le contestó. Nora se abrió paso sin pedir ningún permiso—. Un momento, signora Ferreira! Non puoi entrare a casa mia in quel modo.

Nora seguía ignorándola. Subió las escaleras, abrió la puerta de la habitación de Guillermo y comenzó a revisar todo de arriba a abajo causando un completo desorden por cada rincón donde pasaba.

—Ya le dije que es un asunto urgente, señora... Alicia, ¿verdad? Le prometo que me voy a ir rápido.

Chi pensi che é usted per venire a casa mia e fare un tale escándalo de ese, eh?! —bramó Alicia enfurecida—. Che cosa sta buscando, per l'amor di Dio?

Allí estaba. En un recoveco oscuro bien al fondo de su cama.

—¡Acá estás! —Nora la agarró entre sus manos como quien toma un trofeo—. Al fin te tengo.

Madonna santa! —Alicia se persignó al verla. Era una de esas muñecas que le generaban escalofríos cuando niña, y que extrañamente era idéntica a Lucía—. Aleja eso da qui.

—No se preocupe que ya encontré lo que buscaba. Con permiso.

Alicia recordó de pronto las advertencias de su hijo. El alma de Lucía estaba siendo robada. Tampoco le quedaban dudas de que el alma de la supuesta esposa de Ferreira también había sido arrebatada y la que estaba frente a ella no era más que la siniestra y pedante Nora. No podía dejarla escapar. Hacerlo pondría en riesgo a Lucía, y muy probablemente a su propio hijo. Ya no le quedaban dudas de que esa mujer sabía más de la cuenta y que se había atrevido a mentirle en la cara cuando la vió por última vez.

Non posso dejarla andare —le advirtió Alicia poniéndose de frente en la puerta—. Usted non va a ningún lado con esa cosa.

—Doña Alicia, por favor. Es solo una muñeca —bromeó Nora restándole importancia.

Io so cosa fanno quellas muñecas, ecco perché non la dejaré andare —insistió Alicia.

Pero su insistencia le costaría caro. Pues Nora sacaría de su cartera un arma con la que le apuntaría directo al corazón haciendo que su voluntad tambalée de inmediato, como aquella vez que cayó en su trampa.

—Mirá que te dije por las buenas y andás de necia, eh —señaló Nora haciendo unos ademanes con el arma—. Dale, movete de una vez antes de que te pegue un tiro. No me hagas perder la paciencia con vos, mirá que ya estoy de muy mal humor —Alicia obedeció retrocediendo lentamente con las manos en alto—. ¡Eso! ¡Muy bien! ¿Viste que fácil era? Pensé que era algún retardo tuyo pero no, era problema del idioma. No te preocupes que ya irás aprendiendo. Ahora si no te molesta yo me voy. Que tengas buenas noches.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora