El clima en la cocina del conventillo se sentía tenso y opresivo. Un silencio perturbador se posaba frente a los tres. Parecía un juego de ajedrez en el que al mínimo paso en falso podría tener una consecuencia fatal.
—Voy a fare unos mandados. Con il permesso —se excusó Alicia para salir rápidamente de la situación. Por lo que agarró su bolsa y salió casi como alma que lleva el diablo de la cocina.
Guillermo y Lorenzo se quedaron a solas, mirándose fijamente como en una competencia donde cada uno vigilaba los movimientos del otro, o como si ambos estuvieran intentando leer sus mentes y descubrir su verdadera intención.
—¿Qué le pasa a tu madre? —preguntó Guillermo.
—Niente. È triste por ver a Santiago che non vuole mangiare o parlare... immagino che abbia descubierto che è qui, no?
—Sí... me traicionaste. Yo confié en vos, tano hijo de puta —le dijo Guillermo con rabia en sus ojos—. ¿Así que te habías encargado de él... trayéndolo de regreso?
—Non mataría a alguien innocente.
—Te faltan huevos para hacer lo que es necesario... por eso tu querida Lucía está encerrada, por eso todo te ha salido mal —le dijo acercándose lentamente a él, con su puño temblando de ira.
—Presto tutto verà alla luce. La verità si sabrá —le aseguró Lorenzo sin titubear—. E será meglio che te arrepientas de le cose che hai fatto quando llegue il momento.
—¿Arrepentirme? ¿Por qué? Si me van a entregar. No queda nada para mí.
—Te equivocas, Guillermo. Sempre hay salvazione. Sei giovane, puoi cambiare, ragazzo.
—En cuanto Santiago recuerde todo estoy perdido. En cuanto Florencia recupere su cuerpo... con vos tampoco sé qué voy a hacer ahora que lo sabés todo... ¿y debería preocuparme también por Alicia?
—Cosa tiene che ver ella? —Lorenzo frunció el ceño, se sentía acorralado por aquel muchacho.
—¿Por qué lloraba? Y no me digas que por Santiago, porque cuando me vió llegar parece como si hubiera visto a un fantasma... ¿le contaste todo?
—¡No!
—¡Mentira! Va a ser mejor que me digas la verdad porque tarde o temprano la voy a descubrir, Lorenzo. Acordate que yo tengo la muñequita de Lucía, esa por la que casi morías por rescatarla.
—¡Dámela! —bramó Lorenzo acercándose desafiantemente a él—. Non metas a Lucía in questa cosa.
—Te tengo agarrado de las pelotas, Lorenzo —dijo Guillermo sonriendo con maldad—. Acordate que un paso en falso que des, y te destruyo todo tu castillo de naipes. Encargate de tus cosas que yo me encargo de las mías.
Lorenzo se quedó atónito, sin nada qué decir viendo cómo aquel chico se alejaba de la cocina con pose de haberse anotado otra más de sus malévolas victorias. Y esta vez tenía razón. La muñeca de Lucía había caído en manos equivocadas, pero las necesarias en aquel momento de crisis. Ahora solo le restaba que Santiago recordara todo de una buena vez para hacer caer la máscara de Guillermo de forma definitiva.
***
Al caer la noche solo la mirada penetrante de los búhos posados sobre las ramas resquebrajadas de los árboles de invierno se movían de un lado para el otro, persiguiendo el albor que iba dejando una luz reflejada sobre los ventanales de la casa Ferreira. Desde afuera no solo las lechuzas la contemplaban. Lorenzo llegaba a su trabajo como de costumbre y veía a su patrona caminando por uno de los extensos pasillos para luego perderse en la oscuridad de aquella inmensa casona. Algo oscuro se traía entre manos.
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Sombras en la noche (#SdV 2)
KorkuDeberías creer en aquello que se oculta en las sombras Queriendo dejar un terrible pasado atrás, Lucía decide tomar un nuevo rumbo a su vida comenzando desde cero. Es así que llega a la enorme casona de la excéntrica familia Ferreira como niñera de...